Page 357 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 357
—Dame el té y luego te lo diré —repuso el joven. —Señora Dean,
márchese un momento. Me molesta tenerla siempre delante.
Cati, te están cayendo las lágrimas en mi taza. No quiero ésa.
Dame otra.
Cati le entregó otra y se limpió las lágrimas. Me molestó la
serenidad del muchacho. Comprendí que había sido amenazado
por su padre con un castigo si no lograba atraernos a aquella
encerrona, y que, una vez conseguido, no temía ya que cayese
sobre él mal alguno.
—Papá quiere que nos casemos —dijo, después de beber un
sorbo de té.
—Y como sabe que tu padre no lo permitirá ahora, y, además el
mío tiene miedo de que yo me muera antes, es preciso que nos
casemos mañana por la mañana. Así que tienes que quedarte
toda la noche aquí y luego de hacer lo que quiere mi padre
venir a buscarme al día siguiente y llevarme contigo.
—¿Llevarle con ella? —exclamé. —¿Ese hombre está loco o cree
que los demás somos idiotas? Pero ¿es posible que usted se
imagine que esta robusta y hermosa joven se va a casar con un
miserable desdichado como usted? ¿Se figura que nadie en el
mundo le aceptaría a usted por marido? Se merece usted una
buena zurra por habernos hecho venir con sus cobardes mañas
y... ¡No me mire así, porque tengo ganas de castigar su maldad
y su estupidez con una paliza!
357