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Le di un empujón y sufrió un ataque de tos. Enseguida empezó
a llorar.
Cati me impidió hacerle nada.
—¡Quedarme aquí toda la noche! —dijo. —¡Si es preciso,
quemaré la puerta para salir!
E iba a poner en práctica su amenaza. Pero Linton, asustado
por las consecuencias que ello acarrearía para él, se incorporó,
la sujetó entre sus débiles brazos y dijo entre lágrimas:
—¿No quieres salvarme, Cati? ¿No quieres llevarme contigo a la
Granja?
No me abandones, Catalina. Debes obedecer a mi padre.
—Debo obedecer al mío —replicó ella. —¿Qué ocurriría si yo
pasase toda la noche fuera de casa? Ya debe de estar
angustiado viendo que no vuelvo. He de salir de aquí a toda
costa. Tranquilízate, no te pasará nada. Pero no te opongas,
Linton. A mi padre le quiero más que a ti.
El muchacho sentía tanto miedo a Heathcliff, que se sintió
hasta elocuente. Cati, a punto de enloquecer, rogó a Linton que
dominase su vergonzoso miedo. Y, entretanto, nuestro carcelero
volvió a entrar.
—Vuestros caballos se han escapado —anunció. —Pero, ¡Linton!
¿Estás llorando otra vez? ¿Qué te ha hecho tu prima? Anda,
vete a acostar. Dentro de poco podrás devolver a tu prima sus
violencias. Suspiras de amor, ¿eh? ¡Claro, no hay nada mejor en
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