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Pero Linton tiene necesidad de su capacidad de afecto para sí
mismo. Y sabrá muy bien hacer el papel de tiranuelo doméstico.
Es muy capaz de atormentar a todos los gatos que se le
presenten, siempre y cuando se les limen los dientes y se les
corten las uñas. ¡Cuándo vuelvas a tu casa podrás contar a su
tío mucho sobre sus gentilezas!
—Tiene usted razón —dije. —Explíquele a Cati que el carácter de
su hijo se parece al de usted, y supongo que la señorita Catalina
lo pensará otra vez antes de consentir en contraer matrimonio
con semejante reptil...
—Por ahora no tengo ganas de hablar de sus buenas
cualidades —repuso él. —O le acepta, o se queda encerrada
aquí, y tú con ella, hasta que se muera tu amo. Puedo teneros
aquí tan ocultas como haga falta. ¡Y si lo dudas, anímala a que
rectifique, y verás!
—No rectificaré —intervino Cati. —Si es preciso, me casaré
ahora mismo, con tal de poder ir enseguida a la Granja. Señor
Heathcliff, es usted un hombre cruel, pero no un demonio, y
creo que no se propondrá por maldad destrozar mi felicidad de
un modo irreparable. Si papá cree que he huido de su lado y
muere antes de mi regreso, no podré soportar la vida. Mire: no
lloro ya, pero me arrodillo ante usted y no me levantaré ni
apartaré mi vista de su rostro hasta que usted me mire.
¡Míreme, no vuelva la cara! No estoy ofendida porque me haya
usted pegado. ¿No ha amado nunca a nadie, tío? ¿Nunca?
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