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el mundo! Bueno, acuéstate. Zillah no está hoy aquí, así que

                  tendrás que arreglártelas solo. ¡Silencio! Cuando estés acostado

                  no temas que yo vaya. Has tenido la fortuna de hacer bastante


                  bien las cosas. Yo me ocuparé del resto.


                  Mientras hablaba, había abierto la puerta de la habitación de

                  su hijo, y éste penetró por ella con el aspecto de un perro


                  temeroso de un castigo. Cuando la puerta se hubo cerrado tras

                  él, Heathcliff se acercó al fuego, junto al cual nosotras

                  permanecíamos silenciosas. Cati levantó la mirada, y de un

                  modo instintivo se llevó la mano a la mejilla al ver acercarse a


                  Heathcliff. Él la miró y dijo:


                  —Conque no me temías, ¿eh? Pues ahora tu valentía está bien

                  escondida.


                  Pareces terriblemente asustada.



                  —Claro que lo estoy —respondió la joven—, porque si me quedo

                  aquí, papá se llevará un disgusto horrible. ¡Oh, no quiero

                  causárselo cuando él se encuentra como está! ... Señor


                  Heathcliff, déjeme marchar. Me casaré con Linton. Papá está

                  conforme. ¿Para qué obligarme a lo que estoy dispuesta a

                  hacer?



                  —¡Que la obligue, si se atreve! —grité. —Hay leyes, gracias a

                  Dios. ¡Las hay, hasta en este rincón del mundo! ¡Yo misma lo

                  denunciaría! ¡Lo haría aunque fuese mi propio hijo! ¡Qué

                  canallada!










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