Page 385 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 385

servicio me despertó y el amo me ordenó que fuera a decirles

                  que no quería volver a oír aquel ruido.


                  Entonces le comuniqué el recado de la señorita. Empezó a


                  maldecir, y luego encendió una vela y subió al cuarto de su hijo.

                  Le seguía y vi a la señora sentada junto a la cama, con las

                  manos cruzadas sobre las rodillas. Su suegro acercó la vela al


                  rostro de Linton, le miró y le tocó, y dijo a la señora:


                  —¿Qué te parece de esto, Catalina?


                  —Digo que qué te parece, Catalina —repitió él.


                  —Me parece —contestó ella que él se ha salvado y que yo he


                  recuperado la libertad... Debía parecerme muy bien, pero —

                  prosiguió con amargura— me ha dejado usted luchando sola

                  durante tanto tiempo contra la muerte, que sólo veo muerte a


                  mi alrededor, y hasta me parece estar muerta yo misma.


                  Y lo parecía en realidad. Yo le hice beber un poco de vino.

                  Hareton y José, a quienes nuestro ir y venir había despertado,

                  entraron entonces. José me parece que se alegró de la muerte


                  del muchacho. En cuanto a Hareton, estaba con—fuso, y más

                  que de pensar en Linton se preocupaba de mirar a Catalina. El

                  señor le hizo volverse a acostar. Mandó a José que llevara el


                  cadáver a su habitación, y a mí me hizo volverme a la mía. La

                  señora se quedó sola.


                  Por la mañana me hizo llamarla para desayunar. Catalina se

                  había desnudado y estaba a punto de acostarse. Me anunció









                                                          385
   380   381   382   383   384   385   386   387   388   389   390