Page 398 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 398

—Sería extraordinario que yo me rectificase. Pero cada vez que

                  me propongo ver en su cara el rostro de su padre veo el de ella.

                  Me es insoportable mirarle.



                  Bajó la vista y entró. Estaba pensativo. Noté en su rostro una

                  expresión de inquietud que las otras veces no observara, y me

                  pareció más delgado. Su nuera, al verle entrar, había huido a la


                  cocina.


                  —Me alegro de que ya pueda salir de casa, señor Lockwood —

                  dijo Heathcliff respondiendo a mi saludo—, aunque hasta cierto

                  punto sea por egoísmo, ya que no me sería fácil encontrar otro


                  inquilino como usted en esta soledad. No crea que no me he

                  preguntado algunas veces cómo se le ha ocurrido venir aquí.


                  —Sospecho que por un capricho tonto, como es un necio

                  capricho el que ahora me aconseja marcharme —contesté. Me


                  vuelvo a Londres la semana próxima, y creo oportuno advertirle

                  que no me propongo renovar el contrato de la Granja de los

                  Tordos cuando venza. No pienso volver a vivir allí más.



                  —¿Se ha cansado usted de aislarse del mundo? Bueno, pero si

                  espera usted que le condone los alquileres de los meses que le

                  faltan, pierde usted el tiempo. No renuncio a mis derechos

                  jamás.



                  —No he venido a pedirle que renuncie a nada —respondí

                  incomodado. Y, sacando la cartera del bolsillo, agregué: Si

                  quiere, liquidaremos ahora mimo.










                                                          398
   393   394   395   396   397   398   399   400   401   402   403