Page 400 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 400
C A P Í T U L O XXXII
En septiembre del año pasado un amigo me invitó a hacer
estragos con él en los cotos de caza que poseía en el Norte, y,
de camino, pasé, sin esperarlo, a poca distancia de Gimmerton.
El mozo de cuadra de la posada en que me había parado para
que mis caballos bebiesen, dijo al ver un carro cargado de
avena recién segada:
—Ese viene de Gimmerton. Siempre siegan tres semanas
después que en los demás sitios.
—¿Gimmerton? —dije.
El recuerdo de mi residencia en aquel lugar casi se había
esfumado en mi memoria.
— ¡Ah, ya! —agregué. ¿Está lejos de aquí?
—Unos veinte kilómetros de mal camino —me contestó el mozo.
Sentí un repentino deseo de visitar la Granja de los Tordos. No
era mediodía aún, y pensé que pasaría la noche bajo el techo
de la que todavía era mi casa, tan bien por lo menos como en
una posada. Y, de paso, podía arreglar mis cuentas con el
dueño, lo que me evitaría más adelante hacer un viaje con
aquel objeto. Así que, después de descansar un rato, encargué
a mi criado que averiguase el camino de la aldea, y no sin
fatigar a nuestras cabalgaduras, llegamos a Gimmerton al cabo
de tres horas.
400