Page 128 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
P. 128

encontrado su barco se vio superada por un desconcierto aún mayor. Aquellos

               hombres eran gigantes; sus brazos se hinchaban con músculos de hierro. Pero
               se tambaleaban bajo lo que parecía ser un peso formidable. En sus manos, el
               Hombre  Oscuro  parecía  pesar  centenares  de  libras;  ¡pero  Turlogh  lo  había
               levantado  como  si  fuera  una  pluma!  Casi  profirió  un  juramento  en  su

               asombro. Sin duda aquellos hombres estaban borrachos. Uno de ellos habló, y
               el vello de la nuca de Turlogh se erizó al oír el acento gutural, de la misma
               manera que se eriza el de un perro ante la visión de un enemigo.
                    —Suéltalo;  por  la  muerte  de  Thor,  esta  cosa  pesa  una  tonelada.

               Descansemos.
                    El  otro  gruñó  en  respuesta  y  empezaron  a  depositar  la  imagen  sobre  el
               suelo. Entonces uno de ellos perdió su asidero; su mano resbaló y el Hombre
               Oscuro cayó pesadamente sobre la nieve. El que había hablado primero aulló.

                    —¡Torpe patán, lo has dejado caer sobre mi pie! ¡Maldito seas, me has
               roto el tobillo!
                    —¡Se me ha escurrido de las manos! —gritó el otro— ¡Te digo que esta
               cosa está viva!

                    —Entonces  la  mataré  —gruñó  el  vikingo  cojo,  y  sacando  la  espada,
               golpeó salvajemente a la figura postrada. Saltaron chispas cuando la hoja se
               rompió  en  cien  pedazos,  y  el  otro  nórdico  aulló  al  cortarle  la  mejilla  un
               pedazo de acero que salió volando.

                    —¡Tiene al diablo dentro! —gritó el otro, arrojando lejos su empuñadura
               —. ¡Ni siquiera lo he arañado! Venga, agárralo… vamos a llevarlo al salón de
               banquetes y que Thorfel se ocupe de esto.
                    —Déjalo en el suelo —rezongó el segundo hombre, limpiándose la sangre

               de la cara—. Estoy sangrando como un puerco en el matadero. Volvamos a
               decirle a Thorfel que no hay ningún barco acercándose por sorpresa a la isla.
               Para eso es para lo que nos envió al cabo a vigilar.
                    —¿Y qué pasa con el barco donde encontramos esto? —saltó el otro—.

               Algún pescador escocés apartado de su rumbo por la tormenta que ahora se
               estará escondiendo en los bosques como una rata, supongo. Venga, échame
               una mano; ídolo o demonio, le llevaremos esto a Thorfel.
                    Gruñendo  por  el  esfuerzo,  levantaron  la  imagen  una  vez  más  y

               continuaron lentamente, el uno quejándose y maldiciendo mientras cojeaba, el
               otro agitando la cabeza de vez en cuando al metérsele la sangre en los ojos.
                    Turlogh  se  levantó  sigilosamente  y  los  observó.  Un  ligero  escalofrío
               recorrió su espinazo. Cualquiera de estos dos hombres era tan fuerte como él,







                                                      Página 128
   123   124   125   126   127   128   129   130   131   132   133