Page 132 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
P. 132

¡tomaré esposa!

                    Un estruendo de aplausos conmovió el techo ahumado. Turlogh maldijo
               con furia enfermiza.
                    Thorfel  levantó  a  la  muchacha  con  burda  gentileza  y  la  puso  sobre  la
               mesa.

                    —¿No es una novia adecuada para un vikingo? —gritó—. Cierto, es un
               poco tímida, pero eso es normal.
                    —¡Todos los irlandeses son cobardes! —gritó Oswick.
                    —¡Como  lo  demuestran  Clontarf  y  la  cicatriz  de  tu  mandíbula!  —

               murmuró  Athelstane,  cuya  pulla  amistosa  hizo  fruncir  el  ceño  a  Oswick  y
               provocó una estrepitosa alegría en la multitud.
                    —Ten  cuidado  con  su  genio,  Thorfel  —gritó  una  joven  de  imponente
               belleza que se sentaba con los guerreros—, las muchachas irlandesas tienen

               garras como los gatos.
                    Thorfel rio con la confianza de un hombre acostumbrado a dominar.
                    —Le enseñaré a comportarse con una vara de abedul. Pero basta. Se hace
               tarde. Sacerdote, cásanos.

                    —Hija —dijo el sacerdote, inseguro, levantándose—, estos paganos me
               han traído aquí mediante la violencia para celebrar nupcias cristianas en una
               casa impía. ¿Te quieres casar voluntariamente con este hombre?
                    —¡No! ¡No! ¡Oh, Dios, no! —gritó Moira con una desesperación salvaje

               que  provocó  el  sudor  en  la  frente  de  Turlogh—.  ¡Oh,  santísimo  señor,
               sálvame de este destino! ¡Me arrancaron de mi hogar… derribaron al hermano
               que quiso salvarme! ¡Este hombre cargó conmigo como si fuera un enser…
               una bestia sin alma!

                    —¡Silencio! —atronó Thorfel, abofeteándola en la boca, ligeramente pero
               con fuerza suficiente para que asomaran unas gotas de sangre en sus labios
               delicados—. Por Thor, te vuelves rebelde. Estoy decidido a tener esposa, y
               todos  los  chillidos  de  una  golfilla  lloriqueante  no  me  detendrán.  Zorra

               desgraciada,  ¿no  me  caso  contigo  a  la  manera  cristiana,  sólo  debido  a  tus
               estúpidas supersticiones? ¡Ten cuidado, no sea que prescinda de las nupcias y
               te tome como esclava, y no como esposa!
                    —Hija —dijo el sacerdote con voz trémula, temeroso, no por sí mismo,

               sino por ella—, ¡piensa en ti! Este hombre te ofrece más de lo que ofrecerían
               muchos hombres. Al menos es un estado de matrimonio honorable.
                    —Sí  —murmuró  Athelstane—,  cásate  con  él  como  una  buena  golfa  y
               sácale el mejor partido. Hay más de una mujer del sur sentada en los bancos

               del norte.




                                                      Página 132
   127   128   129   130   131   132   133   134   135   136   137