Page 151 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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costa de cualquier hombre o diablo!
Con estas extrañas palabras se dio la vuelta y subió al piso de arriba. Un
momento después la puerta se cerró de golpe y un criado, llamando
tímidamente, recibió apenas la orden grosera de retirarse y una amenaza
pavorosamente expresada de disparar a cualquiera que intentase entrar en la
habitación.
Si no hubiera sido tan tarde, habría abandonado la casa, pues estaba
seguro de que Tussmann estaba completamente loco. Dadas las
circunstancias, me retiré al cuarto que me mostró un asustado criado, pero no
me acosté. Abrí las páginas del Libro Negro en el punto en el que Tussmann
había estado leyendo.
Lo que era evidente, a menos que estuviera completamente loco, es que se
había tropezado con algo inesperado en el Templo del Sapo. Algo antinatural
en la apertura de la puerta del altar había asustado a sus hombres, y en la
cripta subterránea Tussmann había encontrado algo que no esperaba
encontrar. Creía que había sido seguido desde Centroamérica, y que la razón
de su persecución era la joya que él llamaba la Llave.
Buscando alguna pista en el volumen de Von Junzt, volví a leer sobre el
Templo del Sapo, sobre el extraño pueblo preindio que practicaba su culto
allí, y sobre la inmensa monstruosidad que adoraban y su risita ahogada, sus
tentáculos y sus pezuñas.
Tussmann había dicho que no había leído lo suficiente cuando vio por vez
primera el libro. Desconcertado por esta frase críptica, di con la oración ante
la que se había quedado absorto, señalada por la uña de su dedo. Me pareció
que era otra de las muchas ambigüedades de Von Junzt, pues simplemente
afirmaba que uno de los dioses del templo era el tesoro del templo. Entonces
el oscuro significado de lo que apuntaba aquello me resultó evidente y un
sudor frío cubrió mi frente.
¡La Llave del Tesoro! ¡Y el tesoro del templo era el dios del templo! ¡Y
las cosas durmientes podrían despertarse al abrirse la puerta de su prisión! Di
un respingo, aterrado por la intolerable alusión, y en ese momento algo hizo
saltar en añicos el silencio y el grito de muerte de un ser humano estalló en
mis oídos.
Salí de la habitación al instante, y mientras corría por las escaleras oí
sonidos que desde entonces me han hecho dudar de mi cordura. Me detuve
ante la puerta de Tussmann, intentando girar el pomo con mano temblorosa.
La puerta estaba cerrada con llave, y mientras titubeaba oí cómo llegaba de
dentro una espantosa y aguda risita ahogada, y después el repugnante sonido
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