Page 152 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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húmedo que podría hacer un enorme bulto gelatinoso que fuera obligado a

               pasar a través de la ventana. El sonido cesó y podría haber jurado que oí un
               leve crujido de alas gigantescas. Después, silencio.
                    Recomponiendo  mis  nervios  destrozados,  derribé  la  puerta.  Un  hedor
               insoportable y malsano flotaba como una bruma amarilla. Tragando saliva y

               sintiendo náuseas, entré. La habitación estaba arrasada, pero no faltaba nada
               más que la joya carmesí con forma de sapo que Tussmann llamaba la Llave, y
               que  nunca  fue  encontrada.  Una  baba  infecta  e  indescriptible  manchaba  el
               alféizar  de  la  ventana,  y  en  el  centro  de  la  habitación  yacía  Tussmann,  la

               cabeza reventada y aplastada, y sobre el despojo enrojecido del cráneo y la
               cara, la huella reconocible de una enorme pezuña.

































































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