Page 172 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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LOS GUSANOS DE LA TIERRA



                                                WORMS OF THE EARTH



                                               [Weird Tales, noviembre, 1932]







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                    —¡Clavad los clavos, soldados, y que nuestro invitado descubra la verdad
               de nuestra hermosa justicia romana!

                    El orador envolvió su poderosa figura en la capa púrpura y se recostó en
               la silla oficial, igual que podría haberse recostado en su asiento en el Circo
               Máximo para disfrutar del choque de las espadas de los gladiadores. Cada uno

               de sus gestos era la materialización del poder. El orgullo cultivado formaba
               parte  necesaria  de  la  satisfacción  de  los  romanos,  y  Tito  Sula  se  sentía
               orgulloso con razón; era el gobernador militar de Eboracum y sólo respondía
               ante el Emperador de Roma. Era un hombre de complexión fuerte y estatura
               media,  con  los  rasgos  afilados  propios  de  un  romano  de  pura  sangre.  Una

               sonrisa burlona curvaba sus labios, incrementando la arrogancia de su aspecto
               altanero. De apariencia claramente militar, llevaba el corselete con escamas
               doradas y el peto tallado propios de su rango, con la espada corta al cinto, y

               sujetaba sobre la rodilla el casco de plata con su cresta emplumada. Detrás de
               él permanecía en pie un grupo de soldados impasibles con escudos y lanzas,
               titanes rubios de la Renania.
                    Ante  él  se  desarrollaba  la  escena  que  aparentemente  le  proporcionaba
               tanta  gratificación,  una  escena  bastante  común  allá  donde  llegaban  las

               alargadas fronteras de Roma. Había una burda cruz tirada en el suelo, y sobre
               ella  estaba  atado  un  hombre  medio  desnudo,  de  aspecto  salvaje  por  sus
               miembros  nudosos,  sus  ojos  centelleantes  y  su  mata  de  pelo  revuelto.  Sus

               ejecutores  eran  soldados  romanos,  y  con  pesados  martillos  se  disponían  a
               clavar las manos y pies de la víctima a la madera utilizando puntas de hierro.



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