Page 177 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
P. 177
ayudarle. Dioses y demonios, ¿es que Roma va a aniquilar a mi pueblo ante
mis propios ojos? ¡Entonces no soy un rey, sino un perro!
—¡No hables tan alto, en nombre de todos los dioses! —exclamó Grom
temeroso—. Si estos romanos sospecharan que eres Bran Mak Morn, te
clavarían en una cruz junto al otro.
—Lo sabrán dentro de poco —respondió hoscamente el rey—. Demasiado
tiempo me he demorado aquí, bajo la guisa de un emisario, espiando a mis
enemigos. Estos romanos han querido jugar conmigo, disimulando su
desprecio y su desdén bajo una capa de sátira cultivada. Roma es cortés con
los embajadores bárbaros, nos dan casas excelentes en las que vivir, nos
ofrecen esclavos, alimentan nuestras pasiones con mujeres, oro, vino y
juegos, pero todo el tiempo se ríen de nosotros; su misma cortesía es un
insulto, y a veces, como hoy, su desprecio desecha toda apariencia. ¡Bah! He
visto lo que ocultan sus cebos, he permanecido imperturbablemente sereno y
me he tragado sus estudiados insultos. Pero esto… ¡por los demonios del
Infierno, esto supera cualquier resistencia humana! Mi pueblo confía en mí; si
yo les fallo, si les fallo aunque sólo sea una vez, si le fallo incluso al menor de
mis súbditos, ¿quién va a ayudarles? ¿A quién se dirigirán? ¡Por los dioses,
contestaré a las pullas de estos perros romanos con flechas negras y acero
incisivo!
—¿Y el jefe emplumado? —Grom se refería al gobernador, y sus
guturales retumbaron con la sed de sangre—. ¿Morirá? —y dejó asomar un
pedazo de acero.
Bran frunció el ceño.
—Es más fácil decirlo que hacerlo. Morirá… ¿pero cómo llegaré hasta él?
Durante el día sus guardias germánicos no se despegan de su espalda; por la
noche permanecen ante su puerta y su ventana. Tiene muchos enemigos, tanto
romanos como bárbaros. Muchos britanos le abrirían con gusto la garganta.
Grom agarró la prenda de Bran, tartamudeando cuando una impaciencia
feroz rompió los límites de su inarticulada naturaleza.
—¡Déjame a mí, amo! Mi vida no vale nada. ¡Lo mataré rodeado de sus
guerreros!
Bran sonrió con ferocidad y posó la mano sobre el hombro del gigante
deforme con una fuerza que habría derribado a un hombre inferior.
—¡No, viejo perro de guerra, tengo demasiada necesidad de ti! No
despilfarrarás tu vida inútilmente. Además, Sula te leería las intenciones en
los ojos, y las jabalinas de sus teutones te atravesarían antes de que pudieras
Página 177