Page 178 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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alcanzarle. No derribaremos a este romano con el puñal en la oscuridad, ni
con el veneno en la copa, ni con la flecha en la emboscada.
El rey se volvió y recorrió la estancia durante un momento, su cabeza
inclinada en reflexión. Lentamente sus ojos se volvieron turbios con una idea
tan terrible que no la expresó en voz alta para que no la oyera el guerrero que
estaba a la expectativa.
—A lo largo de mi estancia en este maldito vertedero de barro y mármol,
me he familiarizado hasta cierto grado con el laberinto de la política romana
—dijo—. Durante una guerra en la Muralla, se supone que Tito Sula, como
gobernante de esta provincia, tiene que acudir a toda prisa con sus centurias.
Pero este Sula no lo hace; no es un cobarde, pero incluso los más valientes
evitarían ciertas cosas; cada hombre, por osado que sea, tiene su propio miedo
particular. Así que envía en su lugar a Cayo Camilo, que en tiempos de paz
patrulla los pantanos del oeste, para que los britanos no traspasen las
fronteras.
Y Sula ocupa su lugar en la Torre de Trajano. ¡Ja!
Se volvió y agarró a Grom con dedos de acero.
—¡Grom, toma el corcel rojo y cabalga hasta el norte! ¡Que no crezca la
hierba bajo las pezuñas del corcel! ¡Cabalga hasta Cormac na Connacht y dile
que arrase la frontera a sangre y fuego! Que sus galos salvajes se den un festín
hasta hartarse de matanza. Pasado un tiempo, le acompañaré. Pero antes tengo
asuntos que resolver en el oeste.
Los negros ojos de Grom centellearon e hizo un gesto apasionado con su
mano deforme, un movimiento instintivo de salvajismo.
Bran sacó un pesado sello de bronce de su túnica.
—Este es mi salvoconducto como emisario ante la corte romana —dijo
hoscamente—. Abrirá todas las puertas desde esta casa hasta Baal-dor. Si
algún oficial te hace demasiadas preguntas… ¡toma!
Levantando la tapa de un cofre con cierres de hierro, Bran sacó una
pequeña y pesada bolsa de cuero que entregó a manos del guerrero.
—Cuando todas las llaves fallen en una puerta —dijo—, prueba con una
llave de oro. ¡Vete ya!
No hubo ninguna despedida ceremoniosa entre el rey bárbaro y su bárbaro
vasallo. Grom levantó el brazo en gesto de saludo; después se volvió y salió
apresuradamente.
Bran se acercó a una ventana enrejada y echó un vistazo a las calles
iluminadas por la luna.
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