Page 180 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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las mismas viejas canciones. Estaba unido a las fibras de mi corazón, como

               todo hombre y toda mujer y todo niño del país picto está unido. ¡Era mío para
               protegerlo! Ahora es mío para vengarlo.
                    —Pero en el nombre de los dioses, Bran —protestó el brujo—, ¡véngate
               de otra forma! ¡Regresa a los brezales, reúne tus guerreros, únete a Cormac y

               sus galos, y derrama un mar de sangre y fuego por toda la longitud de la gran
               Muralla!
                    —Todo eso haré —respondió hoscamente Bran—. ¡Pero ahora, antes que
               nada, obtendré una venganza que ningún romano ha soñado! Ja, ¿qué saben

               ellos de los misterios de esta antigua isla, que albergaba vida extraña antes de
               que Roma se alzase desde las ciénagas del Tíber?
                    —¡Bran,  hay  armas  demasiado  inmundas  para  usarlas,  incluso  contra
               Roma!

                    Bran lanzó un ladrido corto y seco como el de un chacal.
                    —¡Ja!  ¡No  existen  armas  que  no  esté  dispuesto  a  usar  contra  Roma!
               Tengo la espalda contra la pared. Por la sangre de los demonios, ¿acaso Roma
               ha peleado con limpieza? ¡Bah! Soy un rey bárbaro con un manto de piel de

               lobo y una corona de hierro, que lucha con un puñado de arcos y picas rotas
               contra la reina del mundo. ¿Qué tengo yo? ¡Las colinas de brezos, las chozas
               de  zarzas,  las  lanzas  de  mis  greñudos  compatriotas!  Y  lucho  contra  Roma,
               con sus legiones blindadas, sus anchas y fértiles llanuras y sus ricos mares,

               sus montañas y sus ríos y sus ciudades resplandecientes, su riqueza, su acero,
               su oro, su maestría y su cólera. Con acero y con fuego lucharé contra ella, y
               con sutileza y con traición, con la espina en el zapato, con la víbora en el
               camino, con el veneno en la copa, con el puñal en la oscuridad; sí —su voz se

               hundió sombríamente—, ¡y con los gusanos de la tierra!
                    —¡Pero es una locura! —gritó Gonar—. Perecerás intentando ejecutar tu
               plan. ¡Caerás al Infierno y no regresarás! ¿Y qué será de tu pueblo, entonces?
                    —Si no puedo servirles, será mejor que muera —gruñó el rey.

                    —Pero  no  puedes  llegar  hasta  los  seres  que  buscas  —gritó  Gonar—.
               Durante siglos incontables han permanecido aparte. No hay ninguna puerta
               por la cual puedas llegar hasta ellos. Hace tiempo que cortaron los lazos que
               los unían al mundo que conocemos.

                    —Hace mucho —contestó Bran sombrío— me dijiste que no había nada
               en el universo separado del torrente de la Vida, un dicho cuya veracidad a
               menudo me ha resultado evidente. Ninguna raza, ninguna forma de vida deja
               de estar entretejida, de alguna forma, con el resto de la Vida y del mundo. En

               algún  lugar  hay  un  débil  vínculo  que  conecta  a  aquellos  que  busco  con  el




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