Page 184 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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oscuro, que hablaban una extraña lengua mezclada cuyos elementos
fusionados hacía mucho habían olvidado sus prístinas fuentes separadas. Bran
reconocía un cierto parentesco entre esta gente y él mismo, pero los
menospreciaba con el desdén con el que un patricio de pura sangre mira a los
hombres de estirpe compuesta.
No es que la gente común de Caledonia fuese por completo de pura
sangre; habían heredado sus cuerpos rechonchos y sus miembros enormes de
una raza teutónica primitiva que se había abierto camino hasta el extremo
norte de la isla incluso antes de que la conquista celta de Britania estuviera
completa, y que había sido absorbida por los pictos. Pero los jefes del pueblo
de Bran habían mantenido su sangre limpia de mácula extranjera desde el
principio de los tiempos, y él mismo era un picto puro de la Antigua Raza. Sin
embargo, estos hombres de los pantanos, invadidos repetidas veces por
britanos, galos y conquistadores romanos, habían asimilado sangre de todos
ellos, y en el proceso casi habían olvidado su dinastía y su idioma original.
Bran procedía de una raza que era muy antigua, y que se había
diseminado sobre Europa occidental en un inmenso Imperio Oscuro, antes de
la llegada de los arios, cuando los antepasados de los celtas, los helénicos y
los germánicos formaban un pueblo primigenio, antes de los días de la
división tribal y la deriva hacia el oeste.
Únicamente en Caledonia, meditó Bran, había resistido su pueblo la
oleada de la conquista aria. Había oído hablar de un pueblo picto llamado
vasco, que en los riscos de los Pirineos se consideraba a sí mismo una raza
invicta; pero sabía que habían pagado tributo durante siglos a los antepasados
de los galos, antes de que estos conquistadores celtas abandonaran su reino en
las montañas y partieran rumbo a Irlanda. Sólo los pictos de Caledonia habían
permanecido libres, y se habían desperdigado en pequeñas tribus rivales. Él
era el primero en ser reconocido como rey en quinientos años, en el inicio de
una nueva dinastía, o mejor aún, en el renacimiento de una antigua dinastía
bajo un nuevo nombre. En las mismas fauces de Roma, él soñaba con un
imperio.
Vagó a través de los pantanos, buscando una Puerta. No dijo nada de su
búsqueda a los hombres del pantano de ojos oscuros. Le contaron novedades
que iban de boca en boca, una historia sobre una guerra en el norte, sobre el
sonido de las gaitas de la guerra en la tortuosa Muralla, de fogatas de reunión
en los brezales, de llamas y humo y rapiña y abundancia de espadas gaélicas
en el mar carmesí de la matanza. Las águilas de las legiones avanzaban hacia
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