Page 190 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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protuberancias  de  piedra  erosionada.  Entonces,  la  dirección  del  pasadizo

               cambió  abruptamente.  Seguía  descendiendo,  pero  a  lo  largo  de  una
               inclinación poco profunda por la cual podía caminar con los codos apretados
               contra las paredes ahuecadas y la cabeza inclinada bajo el techo curvo. Los
               escalones habían desaparecido por completo, y la piedra parecía cubierta de

               baba  al  contacto,  como  en  la  madriguera  de  una  serpiente.  ¿Qué  seres,  se
               preguntó Bran, se habían deslizado arriba y abajo de este pasadizo inclinado,
               y durante cuántos siglos?
                    El túnel se fue estrechando hasta que a Bran le resultó más bien difícil

               arrastrarse.  Estaba  tumbado  de  espaldas  y  se  impulsaba  con  las  manos,
               llevando  los  pies  por  delante.  Sabía  que  seguía  hundiéndose  cada  vez  más
               profundamente  en  las  mismas  entrañas  de  la  tierra;  pero  no  se  atrevía  a
               calculara a qué profundidad estaba bajo la superficie. Más adelante, un tenue

               resplandor  de  fuego  tiñó  la  negrura  del  abismo.  Sonrió  salvajemente,  sin
               alegría alguna. Si Aquellos a los que buscaba caían repentinamente sobre él,
               ¿cómo podría luchar en aquel estrecho pasadizo? Pero había dejado atrás sus
               miedos  personales  cuando  emprendió  aquella  búsqueda  infernal.  Siguió

               arrastrándose, sin pensar en otra cosa que en su objetivo.
                    Por fin llegó a un inmenso espacio donde podía ponerse en pie. No podía
               ver el techo de aquel sitio, pero tuvo una sensación de inmensidad mareante.
               La  negrura  le  abrumaba  desde  todos  lados,  y  detrás  de  sí  no  podía  ver  la

               entrada al pasadizo del cual acababa de emerger, un pozo negro perdido en la
               oscuridad. Pero delante de él, una extraña y escalofriante radiación brillaba
               sobre un macabro altar construido con cráneos humanos. No podía determinar
               la fuente de aquella luz, pero sobre el altar había un objeto tétrico y negro

               como la noche: ¡la Piedra Negra!
                    Bran  no  perdió  tiempo  dando  gracias  porque  los  guardianes  de  la
               escalofriante  reliquia  no  estuvieran  cerca.  Agarró  la  Piedra,  y  apretándola
               bajo  su  brazo  izquierdo,  se  arrastró  de  regreso  por  el  pasadizo.  Cuando  un

               hombre da la espalda al peligro, su pegajosa amenaza persiste de forma más
               estremecedora  que  cuando  se  dirige  hacia  él.  Así  que  Bran,  ascendiendo  a
               rastras por el oscuro pasadizo con su macabro premio, sentía que la oscuridad
               se cernía sobre él y se deslizaba detrás de él, sonriendo con fauces babeantes.

               Un sudor pegajoso perlaba su piel, y se apresuró tanto como pudo, con los
               oídos  atentos  a  cualquier  sonido  sigiloso  que  traicionase  que  alguna  figura
               funesta iba pisándole los talones. Fuertes escalofríos le agitaban a su pesar, y
               el vello de su nuca se erizaba como si un viento frío soplara a sus espaldas.







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