Page 192 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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—He estado en el Infierno y he regresado —gruñó—. Aún más, tengo lo

               que buscaba.
                    —¿La  Piedra  Negra?  —gritó  ella—.  ¿De  verdad  te  atreviste  a  robarla?
               ¿Dónde está?
                    —No importa; pero anoche mi corcel chilló en su establo y oí crujir bajo

               sus  estruendosas  pezuñas  algo  que  no  era  el  muro  del  establo…  y  había
               sangre en sus pezuñas cuando fui a verle, y sangre sobre el piso del establo. Y
               he oído sonidos sigilosos en la noche, y ruidos bajo mi suelo de arena, como
               si  hubiera  gusanos  excavando  profundamente  en  la  tierra.  Saben  que  he

               robado su Piedra. ¿Me has traicionado?
                    Ella agitó la cabeza.
                    —He  guardado  tu  secreto;  no  necesitan  mi  palabra  para  reconocerte.
               Cuanto más se han retirado del mundo del hombre, mayores se han hecho sus

               poderes en otras formas misteriosas. Un día tu choza amanecerá vacía, y si los
               hombres  se  atreven  a  investigar,  no  descubrirán  nada,  excepto  migajas  de
               tierra sobre el suelo de arena.
                    Bran sonrió terriblemente.

                    —No he planeado y trabajado tanto para caer presa de las garras de las
               alimañas. Si me atacan en la noche, nunca sabrán qué ha sido de su ídolo… o
               de lo que quiera que sea para Ellos. Quiero hablar con Ellos.
                    —¿Te  atreverás  a  venir  conmigo  y  reunirte  con  Ellos  en  la  noche?  —

               preguntó ella.
                    —¡Por el rugido de todos los dioses! —bramó él—. ¿Quién eres tú para
               preguntarme si me atrevo? Llévame a Ellos y deja que esta noche negocie una
               venganza. La hora del castigo se aproxima. Hoy he visto cascos plateados y

               escudos  brillantes  refulgiendo  en  los  pantanos.  El  nuevo  comandante  ha
               llegado a la Torre de Trajano y Cayo Camilo ha partido hacia la Muralla.


                    Aquella noche el rey atravesó el oscuro desierto de los páramos con la
               silenciosa mujer-lobo. La noche estaba pesada y silenciosa como si la tierra
               durmiera  un  antiguo  sueño.  Las  estrellas  parpadeaban  vagamente,  simples

               puntos rojos  estremeciéndose  en  la  tensa  penumbra.  Su  resplandor  era  más
               tenue que el resplandor de los ojos de la mujer que se deslizaba junto al rey.
               Extraños  pensamientos  agitaban  a  Bran,  vagos,  titánicos,  primordiales.

               Aquella noche, vínculos ancestrales con estos pantanos dormidos se removían
               en su alma y le atormentaban con las formas fantasmales y difuminadas por
               los eones de sueños monstruosos. Cargaba con el peso de la inmensa edad de
               su  raza;  donde  ahora  caminaba  como  forajido  y  extranjero,  reyes  de  ojos
               oscuros hechos de su mismo molde habían reinado en los viejos tiempos. Los



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