Page 191 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
P. 191

Cuando  alcanzó  el  primero  de  los  diminutos  escalones,  sintió  como  si

               hubiera  llegado  a  la  frontera  externa  del  mundo  de  los  mortales.  Siguió
               ascendiendo por ellos, tropezando y resbalando, y con una profunda boqueada
               de alivio desembocó en la tumba, cuyo espectral tono gris parecía el fulgor
               del mediodía en comparación con las profundidades estigias que acababa de

               atravesar. Volvió a colocar la piedra central en su sitio y salió a la luz del día
               exterior,  y  nunca  fueron  los  fríos  rayos  amarillos  del  sol  más  agradecidos,
               pues  dispersaron  las  sombras  de  pesadillas  de  alas  negras  que  le  habían
               acosado desde las oscuras profundidades. Colocó la gran piedra de la entrada

               en  su  sitio,  y  recogiendo  la  capa  que  había  dejado  a  la  boca  de  la  tumba,
               envolvió  la  Piedra  Negra  y  se  marchó  apresuradamente,  con  una  intensa
               sensación de repugnancia y aborrecimiento conmoviendo su alma y prestando
               alas a sus pasos.

                    Un silencio gris caía sobre la tierra. Estaba desolada como el lado oscuro
               de la luna; pero Bran sentía la posibilidad de la vida bajo sus pies, en la tierra
               marrón,  durmiendo.  ¿Cuánto  tardarían  en  despertar?  ¿Y  de  qué  espantosa
               forma?

                    Atravesó los altos juncos hasta llegar al tranquilo y profundo lago llamado
               el  Lago  de  Dagón.  Ni  la  menor  ondulación  agitaba  las  frías  aguas  azules
               como señal del escalofriante monstruo que según la leyenda moraba en sus
               profundidades. Bran examinó atentamente el impresionante paisaje. No vio ni

               rastro de vida, humana o inhumana. Recurrió a los instintos de su alma salvaje
               para  saber  si  ojos  no  vistos  habían  clavado  su  mirada  letal  sobre  él,  y  no
               encontró respuesta alguna. Estaba tan solo como si fuera el último hombre de
               la tierra.

                    Rápidamente desenvolvió la Piedra Negra, y cuando la tuvo en sus manos
               como un sólido y tétrico bloque de oscuridad, no intentó descubrir el secreto
               del material con el que estaba hecha ni examinar los crípticos caracteres que
               había  grabados  sobre  ella.  Sopesándola  en  las  manos  y  calculando  la

               distancia, la arrojó con fuerza, de manera que cayó casi exactamente en mitad
               del lago. Un triste  chapoteo y las  aguas se cerraron  sobre ella. Durante  un
               instante hubo unos relampagueos en el fondo del lago; después la superficie
               azul volvió a extenderse plácida y sin alterar.



                                                            5


                    La  mujer-lobo  se  volvió  rápidamente  cuando  Bran  se  aproximó  a  su
               puerta. Sus ojos rasgados se abrieron de par en par.
                    —¡Tú! ¡Y vivo! ¡Y cuerdo!



                                                      Página 191
   186   187   188   189   190   191   192   193   194   195   196