Page 199 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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—No he sentido ninguna vibración de terremoto —dijo desconcertado
Bran con el ceño fruncido.
—No fue un terremoto —murmuró el romano—. Empezó antes del último
amanecer, con el ruido apagado de algo que escarbaba y arañaba bajo la
tierra. Los de la guardia lo oímos… Eran como ratas excavando, o como
gusanos agujereando la tierra. Tito se rio de nosotros, pero lo oímos durante
todo el día. Entonces, a medianoche, la Torre se tambaleó y luego pareció
estabilizarse, como si estuvieran socavando los cimientos…
Un escalofrío recorrió a Bran Mak Morn. ¡Los gusanos de la tierra! Miles
de alimañas cavando como topos por debajo del castillo, deshaciendo los
cimientos… ¡oh, dioses!, la tierra debía de estar llena de túneles y cuevas…
estas criaturas eran aún menos humanas de lo que había pensado. ¿Qué
espectrales formas de la oscuridad había invocado en su ayuda?
—¿Y Tito Sula? —preguntó, llevando una vez más la redoma a los labios
del legionario; en aquel momento el romano moribundo le parecía casi como
un hermano.
—Mientras la Torre se estremecía, oímos un grito terrible que salía de la
habitación del gobernador —murmuró el soldado—. Fuimos corriendo…
Mientras derribábamos la puerta oímos sus chillidos… que parecían
retroceder… ¡hacia las entrañas de la tierra! Nos apresuramos a entrar; la
habitación estaba vacía. Su espada manchada de sangre estaba sobre el suelo;
en las baldosas de piedra del suelo se abría un agujero negro. Entonces…
las… torres… temblaron… el… techo… se… hundió; me… arrastré… a
través… de… una lluvia… de paredes… desmoronándose…
Una fuerte convulsión dominó a la figura destrozada.
—Déjame tumbado —susurró el romano—. Me muero.
Había dejado de respirar antes de que Bran pudiera obedecer. El picto se
levantó, limpiándose mecánicamente las manos. Se marchó apresuradamente,
y mientras galopaba sobre los pantanos oscuros, el peso de la maldita Piedra
Negra bajo su capa era como el peso de una inmunda pesadilla sobre su
pecho.
Mientras se aproximaba al Anillo, vio un escalofriante resplandor dentro,
de manera que las austeras piedras se recortaban como las costillas de un
esqueleto dentro del cual ardiese una hoguera. El caballo resopló y retrocedió
cuando Bran lo ató a uno de los menhires. Llevando la Piedra, entró en el
macabro círculo y vio a Atla en pie junto al altar, una mano sobre la cadera,
su sinuoso cuerpo oscilando de manera serpentina. El altar resplandecía con
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