Page 215 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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Pero  me  equivocaba.  Pínchale  a  un  fanfarrón  en  la  vanidad  y  habrás

               tocado su único punto vital.
                    El viejo Jim no se había acostado aún cuando llegamos. Estaba sentado a
               la puerta de su habitación, que daba al porche abombado. La habitación era a
               la vez sala de estar y dormitorio. Fumaba su vieja pipa de maíz e intentaba

               leer un periódico a la luz de su lámpara de aceite. Todas las ventanas y las
               puertas  estaban  abiertas  para  airear,  y  los  insectos  que  se  arremolinaban  y
               revoloteaban alrededor de la lámpara no parecían molestarle.
                    Nos sentamos y hablamos del tiempo, que no es algo tan aburrido como

               podría suponerse, en una región en la que la vida de un hombre depende del
               sol y la lluvia, y está a merced del viento y la sequía. La charla derivó por
               cauces semejantes, y después de algún tiempo, Doc Blaine habló francamente
               de algo que tenía en la cabeza.

                    —Jim  —dijo—,  aquella  noche  que  creía  que  te  morías,  murmuraste
               muchas cosas sobre tu corazón, y sobre un indio que te prestó el suyo. ¿Qué
               parte de eso era provocada por el delirio?
                    —Ninguna,  Doc  —dijo  Garfield,  chupando  de  su  pipa—.  Era  la  pura

               verdad.  Hombre  Espíritu,  el  sacerdote  lipano  de  los  Dioses  de  la  Noche,
               sustituyó mi corazón muerto y roto con otro de algo a lo que él adoraba. No
               estoy muy seguro de qué era ese algo, pero dijo que era algo de muy abajo y
               muy lejos. Pero al ser un dios, puede pasarse sin su corazón por un rato. Pero

               cuando yo muera, si es que alguna vez me machacan la cabeza de forma que
               mi  conciencia  quede  destruida,  el  corazón  debe  ser  devuelto  al  Hombre
               Espíritu.
                    —¿Es  que  decías  en  serio  lo  de  sacarte  el  corazón?  —preguntó  Doc

               Blaine.
                    —No  hay  otro  remedio  —contestó  el  viejo  Garfield—.  Una  cosa  viva
               dentro de una cosa muerta es algo que va contra la naturaleza. Eso es lo que
               dijo el Hombre Espíritu.

                    —¿Quién demonios era el Hombre Espíritu?
                    —Ya se lo dije. Un doctor-brujo de los Upanos, que habitaron esta región
               antes  de  que  llegaran  los  comanches  desde  Llano  Estacado  y  los  echaran
               hacia el sur, atravesando Río Grande. Yo fui amigo suyo. Creo que el Hombre

               Espíritu es el único que queda vivo.
                    —¿Vivo? ¿Todavía?
                    —No lo sé —confesó el viejo Jim—. No sé si está vivo o muerto. No sé si
               estaba  vivo  cuando  vino  a  mi  encuentro  después  del  combate  de  Locust







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