Page 218 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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corazón humano, pero era terso y brillante, y su superficie carmesí reflejaba la

               luz de la lámpara como una joya más resplandeciente que ningún rubí; y en
               mi mano todavía seguía latiendo poderoso, enviando radiaciones vibratorias
               de  energía  por  mi  brazo  hasta  que  mi  propio  corazón  parecía  agitarse  y
               estallar  en  respuesta.  Era  un  poder  cósmico,  que  sobrepasaba  mi

               entendimiento, concentrado bajo la apariencia de un corazón humano.
                    Me acometió la idea de que era una dinamo de vida, lo más parecido a la
               inmortalidad  que  puede  alcanzar  el  destructible  cuerpo  humano,  la
               materialización  de  un  secreto  cósmico  más  maravilloso  que  el  fabuloso

               manantial buscado por Ponce de León. Mi alma se sintió atraída por aquel
               resplandor extraterrestre, y de pronto deseé apasionadamente que martilleara
               y resonara en mi propio pecho en lugar de mi insignificante corazón de tejido
               y músculo.

                    Doc Blaine exclamó algo incoherente. Me di la vuelta.
                    El ruido de su llegada no había sido mayor que el susurro de un viento
               nocturno a través del maíz. Alto, oscuro, inescrutable, un guerrero indio se
               erguía  en  la  entrada,  con  la  pintura,  el  gorro  de  guerra,  los  pantalones  de

               montar y los mocasines de una época anterior. Sus ojos oscuros ardían como
               fuegos  resplandecientes  bajo  insondables  lagos  negros.  Extendió
               silenciosamente  la  mano,  y  dejé  sobre  ella  el  corazón  de  Jim  Garfield.
               Entonces, sin decir una palabra, se dio la vuelta y se perdió en la noche. Pero

               cuando Doc Blaine y yo corrimos hacia el patio un instante después, no había
               rastro  de  ningún  ser  humano.  Había  desaparecido  como  un  fantasma  de  la
               noche,  y  sólo  algo  que  se  parecía  a  un  búho  volaba,  perdiéndose  de  vista,
               hacia la luna que se elevaba.


































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