Page 221 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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Pero no hablaré sólo a través de la boca de Niord. Soy James Allison tanto
como soy Niord, y a medida que desarrollo el relato, interpretaré algunos de
sus pensamientos, sueños y actos a través de la boca del yo moderno, de
manera que la saga de Niord no sea un caos sin sentido para vosotros. Su
sangre es vuestra sangre, para quienes sois hijos de los arios; pero un enorme
y brumoso abismo de eones se abre terrible entre ambos, y los actos y sueños
de Niord son tan extraños para vuestros actos y sueños como el bosque
primordial infestado de leones es extraño para la calle de una ciudad de
blancas paredes.
Fue un mundo extraño aquel en que Niord vivió, amó y luchó, hace tanto
que incluso mi memoria de eones no puede reconocer el paisaje. Desde
entonces la superficie de la tierra ha cambiado, no sólo una vez, sino dos
decenas de veces; los continentes se han alzado y hundido, los mares han
cambiado su lecho y los ríos su curso, los glaciares se han acumulado y
desaparecido, y las mismas estrellas y constelaciones se han alterado y
movido.
Fue hace tanto que el país de origen de mi raza todavía estaba en
Nordheim. Pero los épicos desplazamientos de mi pueblo ya habían
empezado, y las tribus de ojos azules y pelo dorado vagaban hacia el este y el
sur y el oeste, en viajes de siglos que les llevaban alrededor del mundo y
dejaban sus huesos y sus huellas en tierras extrañas y desiertos desolados. En
una de estas migraciones pasé de la infancia a la edad adulta. Mi
conocimiento del hogar norteño se reducía a oscuros recuerdos, semejantes a
sueños medio recordados, de llanuras de nieve blanca y cegadora, de grandes
fuegos rugiendo en el círculo de tiendas de piel, de cabelleras doradas
volando agitadas por vientos enormes, y de un sol que se ponía en un fresco
de colores chillones y nubes carmesí, refulgiendo sobre la nieve pisoteada
donde figuras oscuras e inmóviles yacían en charcos más rojos que el
crepúsculo.
Ese último recuerdo destacaba sobre los demás. Era el campo de
Jotunheim, me dijeron en años posteriores, donde acababa de librarse aquella
terrible batalla que fue el armagedón del pueblo aesir, tema de un ciclo de
canciones heroicas durante largas eras, y que todavía pervive en oscuros
sueños de Ragnarok y Goetterdaemmerung. Yo contemplé aquella batalla
siendo un niño lloriqueante; así que debí de haber vivido hacia… Pero no
nombraré la época, pues me llamarían loco, y los historiadores y los geólogos
a la par se levantarían para discutírmelo.
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