Page 227 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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mujeres  de  ojuelos  pequeños,  y  nuestras  delgadas  muchachas  de  miembros

               esbeltos y cabellos dorados no se sentían atraídas por los salvajes de pecho
               peludo. El trato a lo largo de los años habría reducido la repulsión por parte
               de ambos bandos, hasta que las dos razas se hubieran fusionado para formar
               un pueblo híbrido, pero mucho antes de que llegara ese momento los aesires

               se levantaron y partieron, desapareciendo en las brumas misteriosas del sur
               hechizado. Sin embargo, antes de que se produjera ese éxodo, llegó el horror
               del Gusano.
                    Yo solía cazar con Grom y él me había llevado a valles amenazadores y

               deshabitados  y  me  había  hecho  ascender  montes  silenciosos  donde  ningún
               hombre había puesto el pie antes que nosotros. Pero había un valle, perdido
               entre los laberintos del sudoeste, al cual no quería ir. Fragmentos de columnas
               destrozadas,  reliquias  de  una  civilización  olvidada,  se  levantaban  entre  los

               árboles del fondo del valle. Grom me los mostró, mientras estábamos en los
               acantilados  que  flanqueaban  el  valle  misterioso,  pero  no  quiso  bajar,  y  me
               disuadió  cuando  quise  ir  solo.  No  hablaba  con  claridad  del  peligro  que
               acechaba allí, pero era mayor que el de la serpiente o el tigre, o los elefantes

               que bramaban y ocasionalmente llegaban en tropeles devastadores desde el
               sur.
                    De  todas  las  bestias,  me  dijo  Grom  con  las  guturales  de  su  lengua,  los
               pictos sólo temían a Satha, la gran serpiente, y evitaban la selva donde vivía.

               Pero había otra cosa que temían, y estaba de alguna forma relacionada con el
               Valle  de  las  Piedras  Rotas,  como  llamaban  los  pictos  a  los  pilares
               desmoronados. Hacía mucho, cuando sus antepasados habían llegado por vez
               primera  a  la  región,  se  habían  aventurado  en  ese  macabro  valle,  y  un  clan

               entero  de  ellos  había  perecido,  repentina,  horriblemente,  y  sin  explicación
               alguna. O al menos Grom no lo quiso explicar. El horror había surgido de la
               tierra, y por alguna razón no era bueno hablar de ello, ya que se creía que
               podría ser invocado al mencionarlo… fuera lo que fuese.

                    Pero Grom estaba dispuesto a cazar conmigo en cualquier otro sitio; pues
               era  el  mejor  cazador  de  los  pictos,  y  muchas  y  temibles  fueron  nuestras
               aventuras. Una vez maté, con la espada de hierro que había forjado con mis
               propias manos, a la más terrible de todas las bestias, el viejo dientes de sable,

               al cual los hombres llaman hoy en día tigre porque se parecía más a un tigre
               que a cualquier otra cosa. En realidad, su cuerpo era casi más parecido al del
               oso, excepto por su cabeza inconfundiblemente felina. Dientes de sable tenía
               unas extremidades enormes, y un cuerpo grande, pesado y bajo, y desapareció

               de la tierra porque era un luchador demasiado terrible, incluso para aquella




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