Page 273 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
P. 273

escalera,  cuyos  enormes  escalones  ascendían  hasta  desaparecer  en  las

               tinieblas. Aquí se detuvo Yar Ali.
                    —Nos  hemos  aventurado  mucho,  sahib  —murmuró—.  ¿Es  sabio
               aventurarse aún más?
                    Steve, aún tembloroso de impaciencia, comprendió lo que quería decir el

               afgano.
                    —¿Crees que no deberíamos subir por esas escaleras?
                    —Tienen  un  aspecto  maligno.  ¿A  qué  cámaras  de  silencio  y  horror
               pueden conducir? Cuando los djinn hechizan edificios abandonados, acechan

               en  las  habitaciones  superiores.  En  cualquier  momento,  un  demonio  podría
               arrancarnos la cabeza.
                    —De  todas  formas  estamos  muertos  —masculló  Steve—.  Pero  ¿sabes
               qué? Tú vuelve al vestíbulo y vigila si vienen los árabes mientras yo subo.

                    —¿Vigilar el viento en el horizonte? —respondió el afgano tétricamente,
               mientras montaba el rifle y desenvainaba su largo cuchillo—. Aquí no viene
               ningún beduino. Abre el paso, sahib. Estás loco como todos los francos, pero
               no dejaré que te enfrentes solo a los djinn.

                    De esta manera, los dos compañeros ascendieron las enormes escaleras,
               los  pies  hundiéndose  en  el  polvo  acumulado  de  los  siglos  con  cada  paso.
               Subieron  y  subieron  hasta  llegar  a  una  altura  increíble,  donde  las
               profundidades de abajo se perdían en una penumbra difusa.

                    —Caminamos ciegamente hacia nuestra condena, sahib —murmuró Yar
               Ali—. ¡Allah ilallah, y Mahoma es su Profeta! Siento la presencia de un Mal
               durmiente y creo que nunca más volveré a oír el viento soplando en el Paso de
               Kíber.

                    Steve no contestó. No le gustaba el silencio contenido que pesaba sobre el
               antiguo templo, ni la macabra luz grisácea que se filtraba desde alguna fuente
               oculta.
                    Por fin la penumbra pareció iluminarse un tanto, y desembocaron en una

               enorme sala circular, iluminada por una luz grisácea que se filtraba a través
               del  alto  y  desgarrado  techo.  Pero  había  otra  radiación  que  se  añadía  a  la
               iluminación. Un grito brotó de los labios de Steve, repetido por Yar Ali.
                    En  pie  sobre  el  último  escalón  de  la  ancha  escalera  de  piedra,  miraron

               directamente  al  otro  lado  de  la  amplia  habitación,  con  su  piso  de  baldosas
               cubierto de polvo y sus paredes de piedra negra desnuda. Partiendo del centro
               de la habitación, enormes escalones conducían hasta un estrado de piedra, y
               sobre este estrado se levantaba un trono de mármol. Alrededor de este trono

               brillaba  y  refulgía  una  luz  misteriosa,  y  los  impresionados  aventureros




                                                      Página 273
   268   269   270   271   272   273   274   275   276   277   278