Page 276 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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que sus enemigos eran bastante materiales. Clarney maldijo; en su engañosa
seguridad, habían sido atrapados como ratas por los árabes que les perseguían.
Mientras el americano levantaba su rifle, Yar Ali disparó a quemarropa
desde la cadera con efectos mortíferos, arrojó su rifle vacío contra la horda y
bajó los escalones como un huracán, su cuchillo de Kíber de un metro de
largo brillando en su mano peluda. En su ansia de batalla había un auténtico
alivio por enfrentarse a enemigos humanos. Una bala le arrancó el turbante de
la cabeza, pero un árabe cayó con el cráneo abierto bajo el primer y
devastador golpe del montañés.
Un alto beduino clavó la boca de su fusil en el costado del afgano, pero
antes de que pudiera apretar el gatillo, la bala de Clarney desparramó sus
sesos. El gran número de los atacantes veía obstaculizada su acometida por el
gran afridi, cuya velocidad de tigre hacía que los disparos fuesen tan
peligrosos para ellos como para él. La mayoría se habían arremolinado a su
alrededor, atacando con cimitarras y culatas de rifles mientras otros cargaban
sobre las escaleras en pos de Steve. A esa distancia no se podía fallar; el
americano simplemente hundió el cañón de su rifle en un rostro barbudo y lo
convirtió en un desecho macabro. Los otros siguieron avanzando, rugiendo
como panteras.
Mientras se preparaba para gastar su último cartucho, Clarney vio dos
cosas en un instante cegador. Un guerrero salvaje que, con espuma en la barba
y una pesada cimitarra levantada, estaba casi encima de él, y otro que se
arrodillaba sobre el piso apuntando cuidadosamente al combativo Yar Ali.
Steve tomó una decisión instantánea y disparó por encima del hombro del
espadachín, matando al fusilero, y ofreciendo voluntariamente su propia vida
por la de su amigo; pues la cimitarra se abalanzaba sobre su cabeza. Pero
mientras el árabe lanzaba el mandoble, gruñendo por la fuerza del golpe, su
pie calzado con sandalia resbaló en los escalones de mármol y la hoja curva,
desviándose accidentalmente de su arco, chocó contra el cañón del rifle de
Steve. Al momento, el americano utilizó como cachiporra su rifle, y cuando el
beduino recuperó el equilibrio y volvió a levantar la cimitarra, Clarney le
golpeó con todas sus fuerzas, y culata y cráneo se hicieron pedazos a la vez.
Entonces una bala le alcanzó el hombro, debilitándole con el impacto.
Mientras se tambaleaba mareado, un beduino le enrolló una tela de
turbante alrededor de los pies y tiró salvajemente. Clarney cayó de cabeza por
los escalones hasta darse un golpe que le aturdió. Una culata sujeta por una
mano marrón se levantó para aplastarle los sesos, pero una orden detuvo el
golpe.
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