Page 278 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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—La recuerdo —gruñó Clarney, a quien el dolor y la cólera no tendían a
hacer más dócil—. Fue en Somalia, hace años. Entonces te dedicabas al
comercio de esclavos. Un desdichado negro escapó de ti y se refugió
conmigo. Una noche entraste en mi campamento con tus modales altaneros,
provocaste una pelea y en la refriega resultante un cuchillo de carnicero te
cruzó la cara. Ojalá te hubiera cortado tu sucia garganta.
—Tuviste tu oportunidad —contestó el árabe—. Ahora se han vuelto las
tornas.
—Creía que tu territorio estaba más al oeste —refunfuñó Clarney—, en
Yemen y la tierra de los somalíes.
—Abandoné el comercio de esclavos hace mucho —contestó el sheik—.
Está agotado. Durante un tiempo dirigí una banda de ladrones en Yemen; pero
una vez más me vi obligado a cambiar de localización. Llegué aquí con
algunos fíeles seguidores, y por Alá que esos salvajes casi me cortan la
garganta al principio. Pero conseguí vencer sus recelos y ahora gobierno a
más hombres de los que me hayan seguido en años.
»Los que lucharon ayer contra vosotros eran mis hombres, exploradores
que había enviado de avanzadilla. Mi oasis está mucho más al oeste. Hemos
cabalgado durante muchos días, pues yo también venía de camino hacia esta
misma ciudad. Cuando mis exploradores volvieron y me hablaron de los dos
vagabundos, no alteré mi rumbo, pues antes tenía asuntos que resolver en
Beled-el-Djinn. Llegamos a la ciudad desde el oeste y vimos vuestras huellas
en la arena. Las seguimos, y caísteis como búfalos ciegos que no nos oyeran
llegar.
Steve gruñó.
—No nos habrías cazado con tanta facilidad si no hubiéramos creído que
ningún beduino se atrevería a entrar en Kara-Shehr.
Nureddin asintió.
—Pero yo no soy un beduino. He viajado mucho y he visto muchos países
y muchas razas, y he leído muchos libros. Sé que el miedo es humo, que los
muertos están muertos, y que los djinn y los fantasmas y las maldiciones son
brumas que el viento disipa. Fue por las historias de la piedra roja que vine
hasta este desierto olvidado. Pero he tardado meses en persuadir a mis
hombres de que me acompañaran hasta aquí.
»¡Pero aquí estoy! Y tu presencia es una sorpresa deliciosa. Sin duda, ya
habrás adivinado por qué os he capturado vivos; tengo entretenimientos más
elaborados previstos para ti y para ese cerdo pathano. Ahora tomaré el Fuego
de Asurbanipal y nos iremos.
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