Page 310 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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haber estado, si no me hubiese despertado. Esa ventana… yo salté por ella.

               Verá que está rota.
                    —Lo veo. Pero si vino caminando antes, ¿por qué no camina ahora?
                    —¡No lo sé! Estoy demasiado mareado para pensar con claridad. Me da
               miedo que se levante del suelo y vuelva otra vez a por mí. Cuando oí a ese

               lobo  corriendo  por  la  carretera  detrás  de  mí,  pensé  que  era  John
               persiguiéndome… ¡John, que corría a través de la noche con su hacha y su
               cabeza ensangrentada, y con su sonrisa mortal!
                    Sus dientes castañetearon mientras revivía ese horror.

                    Buckner dejó que su luz correteara por el suelo.
                    —Las gotas de sangre conducen al vestíbulo. Vamos. Las seguiremos.
                    Griswell se encogió.
                    —Van al piso de arriba.

                    Los ojos de Buckner le miraban fijamente.
                    —¿Tiene miedo de subir conmigo?
                    Griswell tenía la cara gris.
                    —Sí. Pero voy a subir, con usted o sin usted. La cosa que mató al pobre

               John podría seguir escondida allí.
                    —Permanezca detrás de mí —ordenó Buckner—. Si algo nos ataca, yo me
               ocuparé de ello. Pero por su propio bien, le advierto que disparo más rápido
               de lo que salta un gato, y no suelo fallar. Si se le pasa por la cabeza la idea de

               atacarme por detrás, olvídelo.
                    —¡No sea estúpido!
                    El  resentimiento  se  sobrepuso  a  su  aprensión,  y  este  estallido  pareció
               tranquilizar a Buckner más que cualquiera de sus declaraciones de inocencia.

                    —Quiero ser justo —dijo tranquilamente—. En mi mente, todavía no le
               he acusado y condenado. Si la mitad de lo que me ha contado es verdad, ha
               vivido  una  experiencia  infernal  y  no  quiero  ser  demasiado  duro  con  usted.
               Pero  puede  imaginarse  lo  mucho  que  me  cuesta  creer  todo  lo  que  me  ha

               contado.
                    Griswell le hizo un gesto silencioso para que abriera el camino. Salieron
               al vestíbulo y se detuvieron en el rellano. Una fina hilera de gotas carmesí,
               inconfundibles en el polvo espeso, subía por los escalones.

                    —Huellas de un hombre sobre el polvo —gruñó Buckner—. Pare. Tengo
               que fijarme bien en lo que veo, porque las estamos borrando a medida que
               subimos. ¡Hum! Una pareja sube, otra baja. El mismo hombre. No son sus
               huellas. Branner era más grande que usted. Gotas de sangre todo el camino…







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