Page 313 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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iluminar la oscuridad que colgaba como una niebla tangible en lo alto de la

               escalera.
                    —Esa maldita cosa ha salido de un conjuro —murmuró Buckner—. No
               pudo ser otra cosa. No podría comportarse así de forma natural.
                    —Enfoque  la  luz  hacia  la  habitación  —suplicó  Griswell—.  Compruebe

               que John… que John sigue…
                    No  pudo  expresar  el  espeluznante  pensamiento  con  palabras,  pero
               Buckner lo entendió.
                    Hizo girar el rayo, y Griswell nunca habría imaginado que la visión del

               cuerpo ensangrentado de un hombre asesinado pudiera proporcionarle tanto
               alivio.
                    —Sigue  ahí  —gruñó  Buckner—.  Si  es  que  caminó  después  de  que  le
               mataran, no ha vuelto a hacerlo. Pero esa cosa…

                    Una vez más dirigió la luz hacia lo alto de la escalera, y se mordió el labio
               frunciendo el ceño. Por tres veces hizo ademán de levantar el arma. Griswell
               le  leyó  el  pensamiento.  El  sheriff  se  sentía  tentado  de  precipitarse  escalera
               arriba y arriesgarse contra lo desconocido. Pero el sentido común le retenía.

                    —No tendría ninguna posibilidad a oscuras —murmuró—. Y me da en la
               nariz que la luz volvería a apagarse.
                    Se volvió y miró a Griswell a la cara.
                    —Es absurdo evitar el tema. Hay algo infernal en esta casa, y creo que

               tengo la sospecha de qué es. No creo que usted matara a Branner. Fuera lo
               que fuese lo que le mató, está ahí arriba… ahora. Hay muchas cosas en su
               historia  que  no  suenan  racionales;  pero  tampoco  hay  nada  racional  en  una
               linterna que se apaga como lo ha hecho esta. No creo que esa cosa de arriba

               sea humana. Nunca he conocido a nadie a quien tuviera miedo de enfrentarme
               en la oscuridad, pero no pienso subir hasta que sea de día. No falta mucho
               para que amanezca. Esperaremos en esa galería.
                    Las estrellas ya estaban empalideciendo cuando salieron al amplio porche.

                    Buckner  se  sentó  sobre  la  barandilla,  mirando  a  la  puerta,  la  pistola
               colgándole de los dedos. Griswell se sentó junto a él y se inclinó contra un
               pilar  ruinoso.  Cerró  los  ojos,  agradecido  por  la  suave  brisa  que  parecía
               refrescar  su  cerebro  palpitante.  Experimentó  una  difusa  sensación  de

               irrealidad. Era un extraño en tierra extraña, una tierra que repentinamente se
               había visto impregnada de un horror negro. La sombra de la horca colgaba
               sobre él, y en esa casa oscura yacía John Branner, con la cabeza destrozada…
               Como las hebras de un sueño, estos hechos giraron y se arremolinaron en su







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