Page 311 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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sangre en el pasamanos como si un hombre le hubiera puesto encima la mano

               ensangrentada… una mancha de algo que parecen… sesos. Pero qué…
                    —Bajó  por  la  escalera  estando  muerto  —se  estremeció  Griswell—.
               Tanteando con una mano, y con la otra agarrando el hacha que le mató.
                    —O  lo  llevaron  —murmuró  el  sheriff—.  Pero  si  alguien  cargó  con  él,

               ¿dónde están las huellas?
                    Desembocaron en el pasillo superior, un enorme y vacío espacio de polvo
               y sombras donde las ventanas cubiertas por la costra del tiempo repelían la luz
               de la luna y el anillo de la linterna de Buckner parecía inadecuado. Griswell

               temblaba como una hoja. Aquí, en medio de la oscuridad y el horror, John
               Branner había muerto.
                    —Alguien  silbó  aquí  arriba  —murmuró—.  John  vino,  como  si  le
               estuvieran llamando.

                    Los ojos de Buckner centellearon extrañamente bajo la luz.
                    —Las  pisadas  bajan  hacia  el  vestíbulo  —murmuró—.  Igual  que  en  la
               escalera, una pareja viene, otra va. Las mismas huellas… ¡por Judas!
                    Detrás  de  él,  Griswell  sofocó  un  grito,  pues  había  visto  lo  que  había

               provocado la exclamación de Buckner. A unos pies del inicio de la escalera,
               las  huellas  de  Branner  se  detenían  bruscamente,  y  luego  regresaban,  casi
               pisando las otras huellas. Donde el rastro se detenía, había un gran charco de
               sangre  sobre  el  suelo  polvoriento…  y  otras  huellas  llegaban  hasta  allí…

               huellas de pies desnudos, pequeñas pero con dedos extendidos. Estas también
               retrocedían en una segunda línea que se alejaba del sitio.
                    Buckner se inclinó sobre ellas, jurando.
                    —¡Las huellas se encuentran! ¡Y donde se encuentran hay sangre y sesos

               sobre el suelo! Branner debió de morir en ese sitio… con un golpe de hacha.
               Los  pies  desnudos  salen  de  la  oscuridad  para  encontrarse  con  los  pies
               calzados…  y  luego  ambos  se  alejan  de  nuevo;  los  pies  calzados  fueron
               escaleras abajo, los pies desnudos regresaron por el vestíbulo.

                    Dirigió la luz hacia el vestíbulo. Las huellas desaparecían en la oscuridad,
               más  allá  del  alcance  del  rayo.  A  ambos  lados,  las  puertas  cerradas  de  las
               habitaciones eran crípticos portales del misterio.
                    —Imaginemos  que  su  absurda  historia  es  verdadera  —musitó  Buckner,

               casi  para  sí  mismo—.  Estas  no  son  sus  huellas.  Parecen  de  una  mujer.
               Imaginemos que alguien silbó, y que Branner subió a investigar. Imaginemos
               que alguien se encontró con él aquí, en la oscuridad, y le abrió la cabeza. Los
               signos y las huellas habrían sido, en ese caso, tal y como realmente los vemos.

               Pero si hubiera sido así, ¿por qué no está Branner tumbado aquí, donde le




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