Page 319 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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señores, orgullosa y cruel. Algunos murieron en la guerra, otros murieron en

               duelos, los hombres. Algunos murieron en la mansión, la vieja mansión…
                    Su voz se desvaneció en murmullos ininteligibles.
                    —¿Qué sabes de la mansión? —preguntó Buckner con paciencia.
                    —La señorita Celia era la más orgullosa de todos —murmuró el viejo—;

               la más orgullosa y la más cruel. Los negros la odiaban; Joan más que nadie.
               Joan tenía sangre blanca, y también era orgullosa. La señorita Celia la azotaba
               como a una esclava.
                    —¿Cuál es el secreto de Blassenville Manor? —persistió Buckner.

                    El  velo  desapareció  de  los  ojos  del  viejo;  ahora  eran  tan  oscuros  como
               pozos iluminados por la luna.
                    —¿Qué secreto, señor? No lo entiendo.
                    —Sí que lo entiendes. Durante años, esa vieja casa ha permanecido en pie

               con su misterio. Tú conoces la clave del acertijo.
                    El viejo removió el estofado. Ahora parecía perfectamente racional.
                    —Señor, la vida es dulce, incluso para un viejo negro.
                    —¿Quieres decir que alguien te mataría si me lo contaras?

                    Pero el viejo volvió a farfullar, sus ojos nublados.
                    —Alguien no. Nadie humano. No sería un ser humano. Los dioses negros
               de los pantanos. Mi secreto es inviolable, protegido por la Gran Serpiente, el
               dios que está por encima de todos los dioses. Enviaría a una de sus hermanas

               pequeñas a besarme con sus fríos labios, una hermana pequeña con una luna
               creciente blanca en la cabeza. Vendí mi alma a la Gran Serpiente cuando me
               convirtió en hacedor de zuvembies…
                    Buckner se puso rígido.

                    —He oído esa palabra antes —dijo suavemente— en labios de un negro
               moribundo, cuando yo era niño. ¿Qué significa?
                    El miedo llenó los ojos del viejo Jacob.
                    —¿Qué he dicho? ¡No… no! No he dicho nada.

                    —Zuvembies —exclamó Buckner.
                    —Zuvembies  —repitió  mecánicamente  el  viejo,  sus  ojos  vacíos—.  Una
               zuvembie fue una vez una mujer. En la Costa de los Esclavos las conocen. Los
               tambores que susurran por la noche en las colinas de Haití hablan de ellas.

               Los  hacedores  de  zuvembies  son  honrados  por  el  pueblo  de  Damballah.
               Hablar de ello a un hombre blanco significa la muerte. Es uno de los secretos
               prohibidos del Dios Serpiente.
                    —Te refieres a las zuvembies —dijo Buckner suavemente.







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