Page 324 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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A menudo, en la noche, oigo cómo tantea mi puerta. ¿Quién es? ¿Es una de

               mis hermanas? ¿Es la tía Celia? Si es alguna de ellas, ¿por qué se desliza tan
               sigilosamente  por  toda  la  casa?  ¿Por  qué  tira  de  mi  puerta,  y  se  escabulle
               cuando la llamo? ¡No, no! ¡No me atrevo! Tengo miedo. Oh, Dios, ¿qué voy a
               hacer? No me atrevo a quedarme aquí. Pero ¿adónde voy a ir?».

                    —¡Por Dios! —exclamó Buckner— ¡Debe de ser el diario de Elizabeth
               Blassenville! ¡Continúe!
                    —No  distingo  el  resto  de  la  página  —contestó  Griswell—.  Pero  unas
               páginas más adelante puedo entender algunas líneas.

                    Leyó:
                    —«¿Por qué huyeron todos los negros cuando la tía Celia desapareció?
               Mis  hermanas  han  muerto.  Sé  que  han  muerto.  Es  como  si  tuviera  la
               sensación de que murieron horriblemente, con miedo y sufrimiento. ¿Pero por

               qué? ¿Por qué? Si alguien ha asesinado a la tía Celia, ¿por qué querría esa
               persona  asesinar  a  mis  pobres  hermanas?  Siempre  fueron  amables  con  los
               negros. Joan…».
                    Se detuvo, frunciendo el ceño fútilmente.

                    —Han arrancado un pedazo de la página. Aquí hay otra entrada bajo otra
               fecha. Al menos creo que es una fecha; no puedo asegurarlo, «¿… la cosa
               horrible a la que aludía la vieja negra? Mencionó a Jacob Blount, y a Joan,
               pero no habló con claridad; tal vez temiera…». Aquí falta una parte; luego

               sigue:  «¡No,  no!  ¿Cómo  es  posible?  Está  muerta…  o  desaparecida.  Pero…
               nació y se crio en las Antillas, y por comentarios que ha dejado caer en el
               pasado, sé que profundizó en los misterios del vudú. Creo que una vez incluso
               bailó en una de sus horribles ceremonias. ¿Cómo ha podido convertirse en

               semejante  bestia?  Y  este…  este  horror.  Dios,  ¿pueden  existir  cosas
               semejantes? No sé qué pensar. Si es ella la que merodea por la casa de noche,
               la que toquetea mi puerta, la que silba de forma tan extraña y tan dulce… no,
               no,  debo  de  estar  volviéndome  loca.  Si  me  quedo  aquí  sola,  moriré  tan

               espantosamente  como  mis  hermanas  deben  de  haber  muerto.  De  eso  estoy
               convencida».
                    La  crónica  incoherente  terminaba  de  forma  tan  brusca  como  había
               empezado. Griswell estaba tan absorto en descifrar los pedazos que no se dio

               cuenta de que la oscuridad había caído sobre ellos, y apenas era consciente de
               que Buckner sujetaba su linterna eléctrica para que pudiera leer. Despertando
               de este ensimismamiento, dio un respingo y echó un rápido vistazo al oscuro
               vestíbulo.

                    —¿Cómo lo interpreta?




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