Page 325 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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—Lo  que  he  sospechado  todo  el  tiempo  —contestó  Buckner—.  Esa

               doncella mulata, Joan, se convirtió en zuvembie para vengarse de la señorita
               Celia. Probablemente odiaba a la familia entera tanto como a su señora. Había
               participado en ceremonias vudú en su isla nativa hasta que estuvo «madura»,
               como dijo el viejo Jacob. Lo único que necesitaba era la Poción Negra, y él se

               la proporcionó. Mató a la señorita Celia y a las tres muchachas mayores, y
               habría  cazado  a  Elizabeth  de  no  ser  por  el  azar.  Lleva  todos  estos  años
               acechando en esta vieja casa, como una serpiente en unas ruinas.
                    —¿Pero por qué querría matar a un desconocido?

                    —Ya oyó lo que dijo el viejo Jacob —recordó Buckner—. Una zuvembie
               encuentra satisfacción en la matanza de humanos. Atrajo a Branner a subir la
               escalera, le abrió la cabeza y le hundió el hacha en los sesos, y le envió abajo
               para asesinarle a usted. Ningún tribunal creerá jamás eso, pero si podemos

               entregar  su  cuerpo,  será  prueba  suficiente  para  demostrar  su  inocencia.
               Aceptarán mi palabra de que ella asesinó a Branner. Jacob dijo que se podía
               matar  a  una  zuvembie…  Al  informar  de  este  suceso  no  hace  falta  que  sea
               demasiado preciso en los detalles.

                    —Vino a mirarnos desde la barandilla de la escalera —murmuró Griswell
               —. Pero ¿por qué no encontramos sus huellas en la escalera?
                    —Puede  que  lo  soñara.  Puede  que  una  zuvembie  pueda  proyectar  su
               espíritu… ¡Infiernos! ¿Por qué intentamos racionalizar algo que está fuera de

               los límites de lo racional? Empecemos la guardia.
                    —¡No  apague  la  luz!  —exclamó  Griswell  involuntariamente.  Después
               añadió—: Por supuesto. Apáguela. Tenemos que permanecer en la oscuridad
               como —titubeó un momento—, como estuvimos Branner y yo.

                    Pero  cuando  la  habitación  quedó  sumida  en  la  oscuridad,  el  miedo  le
               acometió como un malestar físico. Temblaba tumbado y su corazón latía tan
               fuerte que tenía la sensación de ahogarse.
                    —Las Antillas deben de ser un foco de infección del mundo —murmuró

               Buckner,  convertido  en  un  borrón  entre  sus  mantas—.  He  oído  hablar  de
               zombis.  No  sabía  lo  que  era  una  zuvembie.  Evidentemente,  alguna  droga
               cocinada por los hombres-vudú para inducir la locura en las mujeres. Claro
               que  eso  no  explica  las  otras  cosas:  los  poderes  hipnóticos,  la  longevidad

               anormal, la capacidad de controlar cadáveres. No, una zuvembie no puede ser
               simplemente una mujer loca. Es un monstruo, algo superior y a la vez inferior
               a un ser humano, creado por la magia que se engendra en negros pantanos y
               junglas… Bueno, ya veremos.







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