Page 40 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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»—¿Puedes hacer algo por él?

                    »Sus ojos relampaguearon bajo la luz de la luna.
                    »—¡No he desafiado a mi pueblo y mi dios y traicionado a mi culto y mi
               raza para nada! Robé el arma de humo y fuego y os liberé, ¿verdad? ¡Le amo
               y no le perderé ahora!

                    »Volvió corriendo al templo y salió casi al instante con una jarra de vino.
               Afirmó que tenía poderes mágicos. No lo creo. Creo que Conrad simplemente
               sufría  una  especie  de  shock  provocado  por  la  cercanía  de  aquel  ruido
               espantoso y que el agua del lago le habría hecho tanto bien como el vino. Pero

               Naluna  derramó  algo  de  vino  entre  sus  labios  y  le  echó  un  poco  sobre  la
               cabeza, y pronto estuvo gruñendo y maldiciendo.
                    »—¡Mira! —dijo ella, triunfante— ¡El vino mágico ha disuelto el hechizo
               que El-Lil le había impuesto!

                    »Y le echó los brazos alrededor del cuello y le besó vigorosamente.
                    »—Dios mío, Bill —gruñó, sentándose y sujetándose la cabeza—, ¿qué
               clase de pesadilla es esta?
                    »—¿Puedes caminar, viejo amigo? —pregunté—. Creo que hemos metido

               el dedo en un maldito avispero y será mejor que nos larguemos zumbando.
                    »—Lo intentaré.
                    »Se levantó tambaleante, con Naluna ayudándole. Oí un roce siniestro y
               un susurro en la boca negra del templo y pensé que los guerreros y sacerdotes

               del  interior  estaban  reuniendo  valor  para  atacarnos.  Descendimos  los
               escalones  con  grandes  prisas  hasta  donde  aguardaba  el  bote  que  nos  había
               traído a la isla. Ni siquiera los remeros negros seguían allí. Había un hacha y
               un escudo dentro y agarré el hacha e hice agujeros en el fondo de los otros

               botes que estaban amarrados al lado.
                    »Mientras,  el  gran  gong  había  empezado  a  resonar  de  nuevo  y  Conrad
               gruñó y se estremeció, pues cada nota le arañaba los nervios que tenía a flor
               de piel. Esta vez era una nota de alarma y vi las luces relampagueando en la

               ciudad y oí un repentino murmullo de gritos flotando a través del lago. Algo
               siseó suavemente junto a mi cabeza y cortó el agua. Una mirada rápida me
               reveló que Gorat estaba ante la puerta del templo, doblando su pesado arco.
               Me subí de un salto, Naluna ayudó a Conrad a entrar y nos alejamos a toda

               prisa  con  el  acompañamiento  de  varias  flechas  procedentes  del  simpático
               Gorat, una de las cuales arrancó un mechón de pelo de la hermosa cabeza de
               Naluna.
                    »Yo me ocupé de los remos mientras Naluna llevaba el timón y Conrad

               estaba tirado en el fondo del bote, gravemente enfermo. Vimos una flota de




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