Page 41 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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botes saliendo de la ciudad, y cuando nos descubrieron bajo la luz de la luna
se oyó un grito de rabia concentrada que me heló la sangre en las venas. Nos
dirigíamos al lado opuesto del lago y les llevábamos una buena ventaja, pero
de aquella forma estábamos obligados a rodear la isla, y apenas la habíamos
dejado a popa cuando de un rincón salió una gran lancha con seis guerreros;
vi a Gorat en la proa con su maldito arco.
»No me quedaban cartuchos de sobra, así que me apliqué a los remos con
todas mis fuerzas, y Conrad, con la cara un tanto verdosa, tomó el escudo y lo
fijó a la popa, lo cual fue nuestra salvación, porque Gorat estuvo a un tiro de
flecha de nosotros todo el tiempo que tardamos en cruzar el lago, y dejó aquel
escudo tan lleno de flechas que parecía un maldito erizo. Uno habría pensado
que tendrían suficiente después de la carnicería que había hecho con ellos en
el tejado, pero nos perseguían como sabuesos que van detrás de una liebre.
»Les llevábamos una buena ventaja, pero los cinco remeros de Gorat
impulsaban su bote a través del agua como si fuera una carrera de caballos, y
cuando llegamos a la orilla, no estaban ni a media docena de brazadas detrás
de nosotros. Mientras desembarcábamos, comprendí que las opciones pasaban
por presentar batalla allí mismo y ser derribados plantando cara, o ser
alcanzados como conejos mientras huíamos. Ordené a Naluna que huyera
pero se rio y sacó un puñal; ¡era una mujer con dos pares de narices, aquella
muchachita!
»Gorat y sus camaradas llegaron a tierra con un clamor de gritos y un
remolino de remos; ¡se desparramaron por la costa como una banda de
malditos piratas y la batalla empezó! La suerte acompañó a Gorat en la
primera embestida, pues fallé el disparo y maté al hombre que había detrás de
él. El martillo cayó sobre un casquillo vacío y solté la Webley y agarré el
hacha cuando se nos echaron encima. ¡Por Júpiter! ¡Todavía se me enciende
la sangre al recordar la furia violenta de aquella pelea! ¡Los recibimos con el
agua hasta las rodillas, mano a mano, pecho a pecho!
»Conrad descalabró a uno con una piedra que sacó del agua, y con el
rabillo del ojo, mientras lanzaba un mandoble a la cabeza de Gorat, vi a
Naluna saltar como una pantera sobre otro, y ambos cayeron juntos en un
remolino de extremidades y un relámpago de acero. La espada de Gorat
buscaba mi vida, pero la desvié con el hacha y él perdió pie y cayó, pues el
fondo del lago allí era de piedra sólida, y traicionero como el pecado.
»Uno de los guerreros embistió con una lanza, pero tropezó con el
camarada que Conrad había matado, su casco se escurrió y le aplasté el
cráneo antes de que pudiera recuperar el equilibrio. Gorat se había levantado
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