Page 45 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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continué tambaleante mi camino, y pasó casi una hora hasta que despertó,
bastante cuerdo y agradecido por lo que había hecho.
»Bueno, no volvimos a saber nada de la gente de Eridu. No tengo ni idea
de si llegaron a seguirnos. No podríamos haber huido más rápido de lo que lo
hicimos, pues escapábamos del horrible y espeluznante susurro melodioso
que nos acosaba desde el sur. Por fin llegamos al lugar donde habíamos
escondido nuestro equipaje, y así, armados y mínimamente equipados,
emprendimos el largo viaje hacia la costa. Puede que haya leído u oído algo
sobre dos demacrados vagabundos que fueron recogidos por una expedición
de cazadores de elefantes en las tierras ignotas de Somalia, desorientados e
incoherentes por las penalidades. Bueno, estábamos casi muertos, lo
reconozco, pero estábamos perfectamente cuerdos. Lo de incoherentes fue
porque intentamos contar nuestra historia y los malditos idiotas no quisieron
creerla. Nos dieron palmaditas en la espalda y nos hablaron con mucha
suavidad y nos dieron whisky con agua. Pronto nos callamos, al ver que sólo
íbamos a conseguir que nos tacharan de mentirosos o de lunáticos. Nos
llevaron de regreso a Yibuti, y ambos acabamos hartos de Afrecha para una
temporada. Yo me embarqué hacia la India y Conrad fue en dirección
opuesta; estaba impaciente por regresar a Nueva Inglaterra, donde espero que
se haya casado con aquella muchachita americana y que ahora viva
felizmente. Un muchacho estupendo, a pesar de sus malditos bichos.
»En cuanto a mí, hasta el día de hoy no puedo oír ninguna clase de gong
sin sobresaltarme. En aquel largo y espantoso viaje, no respiré tranquilo hasta
que estuvimos fuera del alcance de aquella Voz repugnante. A saber lo que
una cosa como esa puede hacerte en la cabeza. Acaba con cualquier idea
racional.
»A veces, todavía oigo aquel gong infernal en sueños, y veo aquella
silenciosa y aborreciblemente antigua ciudad de la Torre de Babel en aquel
valle de pesadilla. A veces me pregunto si todavía me sigue llamando, a lo
largo de los años. Pero es una tontería. El caso es que esta es la historia y si
no me cree, no le culpo en absoluto.
Pero yo prefiero creer a Bill Kirby, pues conozco a su raza desde Hengist
en adelante, y sé que él es como el resto: veraz, agresivo, profano, inquieto,
sentimental y directo, un verdadero hermano de los vagabundos, luchadores y
aventureros Hijos del Hombre.
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