Page 48 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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compañero, excepto por cierta frialdad y una indiferencia más bien cruel que

               podría servir para enmascarar una naturaleza extremadamente sensible.
                    Refiriéndome a su observación, dije con una carcajada:
                    —Conrad persigue lo oscuro y lo místico como otros hombres persiguen
               el  romance;  sus  estanterías  están  atestadas  de  deliciosas  pesadillas  de  todo

               género.
                    Nuestro anfitrión asintió.
                    —En  ellas  encontrarán  cierta  cantidad  de  platos  paladeables:  Machen,
               Poe,  Blackwood,  Maturin…  Mire,  aquí  hay  un  raro  bocado:  Misterios

               horripilantes, del Marqués von Grosse… la edición auténtica del siglo XVIII.
                    Taverel examinó las estanterías.
                    —La  ficción  más  extraña  parece  competir  con  las  obras  sobre  brujería,
               vudú y magia negra.

                    —Cierto;  los  historiadores  y  las  crónicas  a  menudo  son  aburridos;  los
               tejedores de relatos nunca… los maestros, por supuesto. Un sacrificio vudú
               puede ser descrito de forma tan seca que le arrebatará toda la fantasía, y nos

               dejará  sólo  un  sórdido  asesinato.  Admito  que  pocos  escritores  de  ficción
               alcanzan  las  verdaderas  cimas  del  horror,  la  mayor  parte  de  su  material  es
               demasiado concreto, tiene formas y dimensiones demasiado terrenales. Pero
               en casos como el de La caída de la casa Usher de Poe, El sello negro de

               Machen y La llamada de Cthulhu de Lovecraft, los tres maestros del relato de
               horror según mi opinión, el lector es arrastrado a reinos oscuros y externos de
               la imaginación.
                    —Pero  fíjese  en  esto  —continuó—,  aquí,  emparedado  entre  aquella

               pesadilla  de  Huysman  y  el  Castillo  de  Otranto  de  Walpole,  los  Cultos  Sin
               Nombre de Von Junzt. ¡Este libro le mantiene a uno despierto toda la noche!
                    —Lo he leído —dijo Taverel—, y estoy convencido de que ese hombre
               está loco. Leer su obra es como conversar con un maniaco, durante un tiempo

               avanza  con  una  claridad  pasmosa,  y  luego  se  disipa  repentinamente  en  la
               vaguedad y en desvaríos inconexos.
                    Conrad agitó la cabeza.
                    —¿Alguna vez ha pensado que puede que fuera su misma cordura lo que

               le hiciera escribir de esa forma? ¿Y si no osó poner por escrito todo lo que
               sabe? ¿Y si sus vagas suposiciones son alusiones oscuras y misteriosas, llaves
               del enigma, para aquellos que saben?
                    —¡Pamplinas!  —exclamó  Kirowan—.  ¿Quiere  dar  a  entender  que  los

               cultos de pesadilla a los que se refiere Von Junzt sobreviven hasta nuestros






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