Page 68 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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verdad cuando dicen que la locura anida en ti.
Las palabras cesaron cuando los hombres se prepararon para entrar en
acción mortíferamente. El gaélico se aproximó a su enemigo, agazapándose
como una pantera, los ojos centelleantes. El sajón esperó la embestida, los
pies firmemente separados, la espada sujeta en alto con ambas manos. Eran el
hacha y el escudo de Turlogh contra la espada para dos manos de Athelstane,
en un duelo donde un solo golpe podría acabar con cada uno de ellos. Como
dos grandes bestias de la selva, jugaron su juego mortífero y sigiloso, y
entonces…
¡Mientras los músculos de Turlogh se tensaban para el salto de la muerte,
un terrible sonido desgarró el silencio! Ambos hombres se sobresaltaron y
retrocedieron. Desde las profundidades del bosque que tenían a sus espaldas
llegaba un chillido inhumano y espeluznante. Agudo, pero de gran volumen,
se elevaba cada vez más intenso hasta que murió en su nota más alta, como el
triunfo de un demonio, como el grito de algún ogro atroz regodeándose sobre
su presa humana.
—¡Sangre de Thor! —tartamudeó el sajón, dejando caer la punta de su
espada—. ¿Qué ha sido eso?
Turlogh agitó la cabeza. Incluso sus nervios de acero estaban un tanto
afectados.
—Algún demonio del bosque. Esto es una tierra extraña en un mar
extraño. Puede que el mismo Satanás reine aquí y que esto sea la puerta del
Infierno.
Athelstane miró inseguro. Era más pagano que cristiano, y sus diablos
eran diablos bárbaros. Pero no eran menos macabros por ello.
—Bueno —dijo—, olvidemos nuestra disputa hasta que veamos qué
puede ser. Dos espadas son mejores que una, sea contra un hombre o contra
un diablo…
Un chillido salvaje le interrumpió. Esta vez era una voz humana, que
helaba la sangre por su terror y su desesperación. Al mismo tiempo llegó el
rápido repiqueteo de pies y el torpe roce de un cuerpo pesado entre los
árboles. Los guerreros se giraron hacia el sonido, y de las sombras profundas
salió corriendo una mujer medio desnuda como una hoja blanca arrastrada por
el viento. Su pelo suelto fluía como una llama de oro detrás de ella, sus
blancas extremidades relampagueaban bajo el sol de la mañana, sus ojos
centelleaban con terror frenético. Y detrás de ella…
Incluso a Turlogh se le pusieron los pelos de punta. La cosa que perseguía
a la muchacha no era ni hombre ni bestia. Su forma era como la de un pájaro,
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