Page 70 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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qué iban a cazar juntos el lobo y el toro salvaje? Por tu pelo negro, veo que

               eres gaélico, y tú, grandullón, tienes un matiz en tu acento que no puede ser
               más que sajón.
                    —Somos dos proscritos —contestó Turlogh—. ¿Ves los hombres muertos
               que llenan la playa? Eran la tripulación del dragón que nos trajo hasta aquí,

               impulsado por la tormenta. Este hombre, Athelstane, antaño de Wessex, era
               espadachín en ese barco y yo era cautivo. Soy Turlogh Dubh, antaño jefe del
               Clan na O’Brien. ¿Quién eres tú y qué tierra es esta?
                    —Esta  es  la  tierra  más  antigua  del  mundo  —contestó  la  muchacha—.

               Roma, Egipto y Catay son como infantes a su lado. Yo soy Brunilda, hija del
               hijo de Rane Thorfin, de las Oreadas, y hasta hace unos días reina de este
               antiguo reino.
                    Turlogh miró inseguro a Athelstane. Aquello sonaba a brujería.

                    —Después  de  lo  que  acabamos  de  ver  —murmuró  el  gigante—  estoy
               dispuesto a creer cualquier cosa. Pero ¿de verdad que eres la hija raptada al
               hijo de Rane Thorfin?
                    —¡Sí!  —gritó  la  muchacha—.  ¡Lo  soy!  Me  raptaron  cuando  Tostig  el

               Loco saqueó las Oreadas y quemó las posesiones de Rane en ausencia de su
               señor…
                    —Y después Tostig desapareció de la faz de la tierra… ¡o del mar! —
               interrumpió  Athelstane—.  En  verdad  era  un  loco.  Navegué  con  él  en  una

               incursión marítima hace muchos años, cuando apenas era un muchacho.
                    —Y su locura me desterró a esta isla —contestó Brunilda—, pues después
               de  que  hubo  saqueado  las  costas  de  Inglaterra,  el  fuego  de  su  cerebro  le
               condujo a mares desconocidos; al sur y cada vez más al sur hasta que incluso

               los  lobos  feroces  que  gobernaba  empezaron  a  murmurar.  Entonces  una
               tormenta  nos  condujo  hasta  estos  arrecifes,  aunque  desde  otra  dirección,  y
               destrozaron el dragón igual que el vuestro quedó destrozado anoche. Tostig y
               todos  sus  hombres  fuertes  perecieron  en  las  olas,  pero  yo  me  aferré  a  los

               restos del naufragio y un capricho de los dioses me arrojó a la playa, medio
               muerta. Tenía quince años. Eso fue hace diez años.
                    »Encontré un pueblo extraño y terrible que habitaba aquí, un pueblo de
               piel  morena  que  conocía  muchos  secretos  oscuros  de  la  magia.  Me

               encontraron  sin  sentido  en  la  playa  y,  debido  a  que  era  la  primera  mujer
               blanca que jamás habían visto, sus sacerdotes proclamaron que era una diosa
               que les había entregado el mar, al cual adoran. Así que me metieron en el
               templo con el resto de sus curiosos dioses y me prestaron reverencia. Y su

               sumo sacerdote, el viejo Gothan, ¡maldito sea su nombre!, me enseñó muchas




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