Page 74 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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Así que siguieron avanzando por el bosque, perdiendo de vista en
ocasiones la ciudad lejana que quedaba tapada por las copas de los árboles, y
volviendo a verla de nuevo. Por fin salieron a la ribera baja de una enorme
laguna azul y la belleza plena del paisaje estalló ante sus ojos. Desde la orilla
contraria el terreno ascendía en pendiente con largas y suaves ondulaciones
que rompían como grandes y perezosas olas al pie de una cordillera de colinas
azules a unas millas de distancia. Aquellas amplias ondas estaban cubiertas de
hierba alta y de muchas arboledas, mientras que a millas de distancia a ambas
manos se veía curvándose en la lejanía la franja de bosque espeso que
Brunilda dijo que rodeaba toda la isla. Y entre aquellas colinas de azul de
ensueño estaba posada la antigua ciudad de Bal-Sagoth, sus blancas murallas
y sus torres de zafiro recortadas contra el cielo de la mañana. La impresión de
una gran distancia no había sido más que una ilusión.
—¿No es un reino por el que merece la pena luchar? —gritó Brunilda con
voz vibrante—. Ahora, rápido, aparejemos una balsa con esta madera seca.
No sobreviviríamos un instante si quisiéramos nadar en esas aguas infestadas
de tiburones.
En aquel instante asomó una figura de entre las hierbas altas en la otra
orilla, un hombre desnudo de piel morena que miró durante un instante,
boquiabierto. Luego, cuando Athelstane gritó y levantó la cabeza terrible de
Groth-golka, el desgraciado lanzó un grito asustado y salió corriendo como un
antílope.
—Un esclavo que Gothan dejó para ver si intentaba cruzar a nado la
laguna —dijo Brunilda con furiosa satisfacción—. Que corra a la ciudad y les
cuente… Pero démonos prisa en cruzar la laguna antes de que Gothan pueda
llegar para dificultarnos el paso.
Turlogh y Athelstane ya estaban atareados. Había cierta cantidad de
árboles muertos alrededor, y los despojaron de sus ramas y los ataron con
largas lianas. En poco tiempo habían construido una balsa, burda y tosca, pero
capaz de llevarlos al otro lado de la laguna. Brunilda lanzó un sincero suspiro
de alivio cuando pusieron el pie en la orilla opuesta.
—Vamos derechos a la ciudad —dijo—. El esclavo ya la habrá alcanzado
y estarán esperándonos en las murallas. Nuestro único curso de acción es la
osadía. ¡Martillo de Thor, me gustaría ver la cara de Gothan cuando el esclavo
le diga que Brunilda regresa con dos extraños guerreros y con la cabeza de
aquel a quien ella fue entregada como sacrificio!
—¿Por qué no mataste a Gothan cuando tenías el poder? —preguntó
Athelstane.
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