Page 72 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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pueblo cambiara de idea una vez más y me devolviera al poder, Gothan hizo
que me llevaran a la laguna que separa esta parte de la isla de la otra. Los
sacerdotes cruzaron la laguna remando y me dejaron aquí, desnuda e
indefensa, abandonada a mi destino.
—¿Y el destino era… esto? —Athelstane tocó el enorme cadáver con el
pie.
Brunilda se estremeció.
—Hace muchas eras abundaban estos monstruos en la isla, según cuentan
las leyendas. Hacían la guerra contra el pueblo de Bal-Sagoth y los devoraban
por centenares. Pero por fin fueron todos exterminados en la parte principal
de la isla, y a este lado de la laguna murieron todos excepto este, que ha
morado aquí durante siglos. En los viejos tiempos vinieron huestes de
hombres a buscarle, pero era el mayor de los pájaros-diablo y mató a todos los
que lucharon contra él. Así que los sacerdotes lo convirtieron en dios y le
cedieron esta parte de la isla. Aquí no viene nadie excepto los que son traídos
en sacrificio… como yo. No puede llegar hasta la parte principal de la isla
porque la laguna está infestada de grandes tiburones que le harían pedazos
incluso a él.
»Durante un tiempo lo eludí, deslizándome entre los árboles, pero por fin
me descubrió… y ya conocéis el resto. Os debo la vida. ¿Ahora qué vais a
hacer conmigo?
Athelstane miró a Turlogh y Turlogh se encogió de hombros.
—¿Qué podemos hacer, excepto morirnos de hambre en este bosque?
—¡Yo os lo diré! —la muchacha gritó con voz cantarina, sus ojos
centelleando de nuevo por los rápidos procesos de su ágil cerebro—. Existe
una antigua leyenda entre esta gente: ¡que hombres de voluntad de hierro
saldrán del mar y la ciudad de Bal-Sagoth caerá! ¡Vosotros, con vuestras
cotas de malla y vuestros cascos, seréis vistos como hombres de hierro por
este pueblo que no sabe nada de armaduras! Habéis matado a Groth-golka el
dios-pájaro, habéis salido del mar como salí yo… la gente os verá como
dioses. ¡Venid conmigo y ayudadme a recuperar mi reino! ¡Seréis mis
hombres de confianza y os cubriré de honores! ¡Exquisitas vestiduras,
palacios maravillosos, las más bellas muchachas, todo será vuestro!
Sus promesas pasaron por los pensamientos de Turlogh sin dejar huella,
pero el esplendor enloquecido de la propuesta le intrigó. Sentía grandes
deseos de contemplar aquella extraña ciudad de la cual hablaba Brunilda, y la
idea de que dos guerreros y una muchacha se enfrentaran a toda una nación
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