Page 71 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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cosas extrañas y terribles. Pronto aprendí su idioma y buena parte de los
misterios interiores de sus sacerdotes. Y a medida que fui alcanzando la edad
adulta, el deseo del poder se agitó dentro de mí; ¡pues las gentes del Norte
están hechas para gobernar a los pueblos del mundo, y no es propio de la hija
de un rey del mar sentarse sumisamente en un templo y aceptar las ofrendas
de frutas, flores y sacrificios humanos!
Se detuvo un momento, con los ojos centelleantes. En verdad, parecía
digna hija de la feroz raza a la que afirmaba pertenecer.
—Bueno —continuó—, hubo uno que me amó, Kotar, un joven jefe. Con
él maquiné y por último me levanté y me deshice del yugo del viejo Gothan.
¡Fue una época brutal de maquinaciones y contra-maquinaciones, intrigas,
rebeliones y matanzas sangrientas! Los hombres y las mujeres murieron como
moscas y las calles de Bal-Sagoth se inundaron de rojo… ¡pero al final
triunfamos, Kotar y yo! ¡La dinastía de Angar tocó a su fin en una noche de
sangre y furia y yo reiné suprema en la Isla de los Dioses, reina y diosa!
Se había estirado hasta su máxima altura, su hermoso rostro iluminado por
el orgullo feroz, su pecho hinchándose. Turlogh se sentía a la vez fascinado y
repelido. Había visto subir y caer a los gobernantes, y entre las líneas de su
breve relato había podido leer el derramamiento de sangre y la matanza, la
crueldad y la traición, comprendiendo la crueldad esencial de esta muchacha-
mujer.
—Pero si eras la reina —preguntó—, ¿cómo es que ahora te encontramos
perseguida en los bosques de tus dominios por este monstruo, como una
esclava a la fuga?
Brunilda se mordió los labios y la furia hizo que sus mejillas enrojecieran.
—¿Qué es lo que hace caer a todas las mujeres, cualquiera que sea su
posición? Confié en un hombre, Kotar, mi amante, con quien compartí mi
gobierno. Él me traicionó; después de que le llevé hasta el poder supremo en
el reino, el siguiente al mío, descubrí que hacía la corte en secreto a otra
muchacha. ¡Los hice matar a ambos!
Turlogh sonrió con frialdad.
—¡Eres una verdadera Brunilda! ¿Y entonces qué?
—Kotar era amado por el pueblo. El viejo Gothan provocó una revuelta.
Cometí mi mayor error cuando dejé que ese viejo viviera. Pero no me atreví a
matarle. Bueno, Gothan se levantó contra mí, igual que yo me había levantado
contra él, y los guerreros se rebelaron, matando a quienes eran fieles a mí. A
mí me tomaron prisionera pero no se atrevieron a matarme; pues al fin y al
cabo era una diosa, según creían. Así que antes del alba, temiendo que el
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