Page 627 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 627
El cielo de Derry había vuelto a nublarse; una niebla baja cubría la calle desierta
en gruesas bandas. El Centro Cívico, estrecho, alto, victoriano, cavilaba en medio
de la oscuridad. Bill pensó: "Y aquello que caminaba en el Centro Cívico,
caminaba solo." Tuvo que ahogar una risita descabellada. Los pasos parecían
demasiado audibles. La mano de Beverly tocó la suya y Bill la tomó, agradecido.
--Todo empezó antes de que estuviéramos preparados -dijo ella.
--¿Crees que alguna vez habríamos estado p-pre-parados?
--Tú sí, Gran Bill.
El contacto de su mano le resultó, de pronto, necesario y maravilloso. Se
preguntó cómo sería tocarle los pechos por segunda vez en su vida y sospechó
que pronto lo sabría, antes de que terminase aquella larga noche. Ahora más
plenos, maduros... y su mano encontraría vello al abarcar la curva de su monte de
Venus. "Te amaba, Beverly... -pensó-. Te amo. Ben te amaba... te ama. Te
amábamos en aquel entonces... te amamos también ahora. Mejor así, porque todo
está empezando. Y no hay modo de escapar."
Miró hacia atrás y vio que la biblioteca estaba a media manzana de distancia.
Richie y Eddie se encontraban en el escalón de arriba; Ben, al pie de la escalinata,
los seguía con la vista. Tenía las manos en los bolsillos y los hombros caídos;
visto por la lente móvil de la neblina baja, se le podría tomar otra vez por un niño
de once años. De haber podido enviar un pensamiento a Ben, bill le habría
enviado éste: "No importa, Ben. Lo que importa es el amor, el cariño... Siempre el
deseo, nunca el tiempo. Tal vez es lo único que podemos llevarnos, cuando
salimos del azul del cielo para entrar en la negrura. Es un frío consuelo, tal vez,
pero mejor que nada."
--Mi padre se enteró -dijo Beverly, de pronto-. Un día vino al club de Los Barrens
y lo sabía. ¿Nunca te conté lo que solía decirme cuando se enfadaba?.
--¿Qué?
--"Me preocupas, Bevvie." Eso era lo que solía decir. "Me preocupas "mucho"." -
Se echó a reír, pero temblaba-. Creo que quería hacerme daño, Bill. Es decir...
otras veces me había lastimado, pero esa vez era distinto. Estaba... bueno, en
muchos sentidos era como un extraño. Yo le quería. Le quería mucho, pero...
Lo miró. Tal vez deseaba que él lo dijese en su lugar. Bill no lo hizo. Era algo
que ella debía pronunciar por sí misma tarde o temprano. Las mentiras y los
autoengaños se habían convertido en un lastre que ya no podían permitirse.
--También le odiaba -dijo. Su mano tiró convulsivamente de la de Bill por un
largo instante-. Nunca se lo dije a nadie. Creía que Dios me enviarla un rayo si
alguna vez lo decía.
--Dilo otra vez, entonces.
--No, yo...
--Anda. Dolerá, pero creo que ya ha supurado por mucho tiempo allí dentro. Dilo.
--Odiaba a mi padre -dijo ella. Y empezó a sollozar-. Lo odiaba, le tenía miedo.
Nunca pude ser tan buena como para conformarlo y lo odiaba, de veras. Pero
también lo amaba.
Bill se detuvo la abrazó con fuerza. Beverly lo rodeó con brazos de pánico. Las
lágrimas le humedecieron el cuello. Ese cuerpo era maduro y firme. Apartó un
poco el torso para que ella no sintiera su erección... pero Beverly volvió a
apretarse contra él.