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--Habíamos pasado la mañana allá abajo -dijo-, jugando a cogernos o a algo así.
                Algo inocente. Ni siquiera habíamos hablado de "Eso" aquel día, al menos hasta
                entonces. Todos los días lo mencionábamos en algún momento. ¿Te acuerdas?
                   --Sí. En algún m-m-momento. Recuerdo.
                   --El cielo estaba cubierto. Hacía calor. Pasamos casi toda la mañana jugando.
                Volví a casa a eso de las once y media pensando en tomar un bocadillo y un plato
                de sopa después de darme una ducha. Después volvería para seguir jugando. Mis
                padres estaban trabajando. Pero no, él estaba allí. Había vuelto a casa. Y él.





                   2.

                   la arrojó al otro lado de la habitación antes de que ella hubiese entrado del todo.
                Beverly dejó escapar un grito de sorpresa que se cortó al chocar contra la pared
                con una fuerza entumecedora. cayó en el desvencijado sofá mirando alrededor,
                enloquecida. La puerta del vestíbulo se cerró de golpe. Su padre había estado de
                pie tras ella.
                   --Me preocupas, Bevvie -dijo-. A veces me preocupas "mucho". Lo sabes, ¿no?
                Te lo he dicho mil veces.
                   --Pero, papá, ¿qué...?
                   Caminaba lentamente hacia ella, cruzando la sala con expresión pensativa,
                triste, mortífera. Beverly no quiso ver, eso último, pero allí estaba, como el brillo
                ciego del polvo en el agua estancada. Se mordisqueaba pensativamente un nudillo
                de la mano derecha. Vestía su uniforme verde caqui. La chica, al bajar la mirada,
                vio que sus zapatos estaban dejando huellas en la alfombra de su madre. "Tendré
                que sacar la aspiradora -pensó- y limpiar eso. Si él me deja en condiciones de
                limpiar. Si..."
                   Era barro. Barro negro. La mente de Bevvie se desvió de un modo alarmante.
                Había estado en Los Barrens, con Bill, Richie, Eddie y los otros. Allá, en Los
                Barrens, el barro era negro y viscoso como el que su padre tenía en los zapatos,
                en ese lugar pantanoso donde crecían las cañas que Richie llamaba bambúes.
                Cuando soplaba viento, las cañas repiqueteaban con un sonido hueco, como
                tambores de vudú. ¿Era posible que su padre hubiera estado en Los Barrens?
                ¿Que su padre...?
                   ¡"Wac"!
                   La mano del hombre se disparó hacia abajo y le golpeó en plena cara. Su
                cabeza volvió a golpear contra la pared. El padre enganchó los pulgares en el
                cinturón y la miró con una extraña curiosidad. distante. Ella sintió que un hilito de
                sangre le corría, caliente, desde la comisura izquierda del labio inferior.
                   --Te he visto crecer -dijo él.
                   Beverly se quedó esperando, pero por el momento eso parecía todo.
                   --¿De qué me hablas, papá? -preguntó en voz baja y estremecida.
                   --Si me mientes, Bevvie, te mataré a golpes.
                   Y ella notó, con horror, que él no la miraba. Miraba el cuadro de Currier e Ives
                colgado sobre su cabeza, por encima del sofá. Su mente volvió a dar un horrible
                resbalón hacia un lado. Se vio a los cuatro años, sentada en la bañera con su
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