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--A tu madre no le parecería correcto, Eddie -observó Richie, melancólico.
                Empezó a lamer más rápido. Acababa de alcanzar la parte de chocolate del
                centro, su parte favorita-. ¡Por las barbas de Jack, chaval! Vaya, vaya... puedes
                pillar alguna enfermedad si pones la boca donde la ha puesto otra persona.
                   --Me arriesgaré -decidió Eddie.
                   Richie, de mala gana, acercó su helado a la boca de Eddie... y lo retiró en
                cuanto el chico hubo dado un par de ávidas lametadas.
                   --Te doy el resto del mío, si quieres -ofreció Stan-. Todavía tengo el almuerzo en
                el estómago.
                   --Los judíos no comen mucho -dictaminó Richie-. Es parte de su religión.
                   Los tres iban caminando como buenos amigos hacia Kansas Street y Los
                Barrens. Derry parecía perdida en una profunda somnolencia de tarde calurosa.
                Casi todas las casas tenían las persianas bajas. Había juguetes abandonados en
                los jardines, como si sus propietarios hubieran sido llamados apresuradamente o
                puestos a dormir la siesta. Por el oeste retumbaban truenos.
                   --¿Es cierto? -preguntó Eddie a Stan.
                   --No. Richie te está tomando el pelo -dijo el chico-. Los judíos comemos tanto
                como cualquiera.
                   --Señaló a Richie-. Como él.
                   --No fastidies a Stan -riñó Eddie al otro-. ¿Te gustaría que alguien inventara
                cosas sobre ti sólo porque eres católico?
                   --Oh, los católicos hacen muchas cosas raras -apuntó Richie-. Mi padre me dijo
                una vez que Hitler era católico, y Hitler mató a millones de judíos. ¿Verdad, Stan?
                   --Sí, creo que sí -dijo Stan. Parecía azorado.
                   --Mi madre se puso furiosa cuando mi padre me dijo eso -siguió Richie con una
                pícara sonrisa-. Completamente furio-sa. Los católicos también tuvimos la
                Inquisición; usaban el potro de tormento, arrancaban las uñas y todo eso.
                Supongo que todas las religiones son bastante raras.
                   --Yo creo lo mismo -dijo Stan-. Nosotros no somos ortodoxos ni nada de eso. Es
                decir, comemos jamón y beicon. Apenas sé lo que significa ser judío. Nací en
                Derry y a veces vamos a la sinagoga de Bangor, en fechas como el Yom Kippur,
                pero... -Se encogió de hombros.
                   --¿Jamón? ¿Beicon? -Eddie estaba desconcertado. Él y su madre eran
                metodistas.
                   -Los judíos ortodoxos no comen esas cosas -explicó Stan-. La Torá dice algo
                sobre no comer nada que sé arrastre por el lodo o camine por el fondo de las
                aguas. Se supone que el cerdo está prohibido y la langosta también. Pero mis
                padres los comen. Y yo también.
                   --Qué raro -dijo Eddie, estallando en una carcajada-. Nunca había sabido de una
                religión que te prohibiera comer cosas. Algún día te dirán qué clase de gasolina
                debes usar.
                   --Gasolina "kosher" -replicó Stan. Y rió. Ni Richie ni Eddie comprendieron la
                broma.
                   --Tienes que admitir, Stanny, que es bastante curioso -señaló Richie. ¡Mira que
                no poder comer jamón sólo porque eres judío!
                   --¿Te parece? -comentó Stan-. ¿Tú comes carne los viernes?
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