Page 691 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 691

cuarta vez... por quinta y sexta. Antes de que terminara el séptimo timbrazo, la
                conexión se cortó.
                   --Esa habitación no contesta.
                   --Déjese de bromas -dijo Audra, más asustada que nunca-. ¿Está seguro de que
                llamó a la habitación correspondiente?
                   --Por supuesto -aseguró el empleado-. El señor Denbrough recibió una llamada
                desde otra habitación, hace apenas cinco minutos. Sé que la atendió, porque la
                luz permaneció encendida en el tablero por un minuto o dos. Seguramente fue a la
                habitación de la persona que llamó.
                   --Bueno, ¿qué habitación era ésa?
                   --No recuerdo. Creo que era del sexto piso, pero...
                   Colgó sintiendo una certeza desazonadora. Era una mujer. Una mujer lo había
                llamado... y él estaba con ella. Bueno, Audra, ¿y ahora qué?
                   Sintió las lágrimas escocerle los ojos y nariz; en la garganta sentía el nudo de un
                sollozo. No había enfado, al menos por el momento, pero sí una enfermiza
                sensación de pérdida y abandono.
                   "Audra, domínate. Estás sacando conclusiones apresuradas. Estamos en medio
                de la noche, has tenido una pesadilla y ahora supones que Bill está con otra
                mujer. Pero no es necesariamente cierto. Lo que vas a hacer es sentarte. De
                cualquier modo, ya no podrás dormir. Encenderás la luz y acabarás la novela que
                compraste para leer en el viaje. ¿Recuerdas lo que decía Bill? No hay droga
                mejor. Un Valium bibliográfico. Basta de miedos, basta de locuras y de oír voces.
                Dorothy Sayers y lord Peter: eso es lo que te hace falta. Los nueve sastres. Eso te
                ayudará a, esperar hasta el amanecer. Eso te..."
                   La luz del baño se encendió de pronto; Audra lo vio por debajo de la puerta. El
                picaporte chascó y la puerta se abrió en un movimiento entrecortado. Audra
                miraba fijamente, con los ojos dilatados y los brazos instintivamente cruzados
                sobre el pecho. El corazón empezó a golpearle contra las costillas; un frío sabor a
                adrenalina le subió a la boca.
                   La voz, lenta y arrastrada, dijo:
                   --Aquí abajo todos flotamos, Audra.
                   Esa última palabra se convirtió en un grito largo, grave, que iba
                desvaneciéndose: Audraaaaa... y terminó, una vez más, en ese burbujeo ahogado
                que tanto se parecía a una carcajada.
                   --¿Quién está ahí? -exclamó. "Eso no era mi imaginación, nada de eso..."
                   El televisor se encendió. Audra giró en redondo y vio a un payaso que vestía un
                traje plateado con grandes botones de color naranja; estaba haciendo cabriolas en
                la pantalla. En vez de ojos tenía sólo cuencas negras. Cuando estiró sus labios
                maquillados en una sonrisa, ella le vio dientes que parecían navajas de afeitar. El
                payaso sostenía una cabeza arrancada, chorreante, con los ojos en blanco y la
                boca abierta. Ella reconoció la cabeza de Freddie Firestone. El monigote reía y
                bailaba, haciendo girar la cabeza de Freddie. Unas gotas de sangre salpicaron el
                interior de la pantalla. Audra las oyó sisear allí dentro.
                   Trató de gritar, pero de su boca no surgió sino un débil gemido. Buscó a tientas
                el vestido que había dejado en el respaldo de la silla. Cogió la cartera. Huyó al
                pasillo y cerró de un portazo, jadeando. Dejó caer el bolso entre los pies y se pasó
                el vestido por la cabeza.
   686   687   688   689   690   691   692   693   694   695   696