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"En cuanto salgamos del grupo, en cuanto demos participación a la ciudad..."
                   Recordó a Bill de niño, pálido, cansado, medio enloquecido. Bill, diciendo: "Derry
                es "Eso". ¿Comprendéis? A cualquier lugar que acudamos... cuando nos coja,
                nadie verá, nadie oirá, nadie se dará cuenta. ¿Comprendéis cómo es? No
                podemos sino tratar de terminar lo que empezamos."
                   Y Beverly, mientras miraba el cadáver de Henry, pensó: "Los dos están diciendo
                que otra vez nos hemos vuelto fantasmas. Que todo empieza de nuevo. Todo. De
                niña pude aceptarlo, porque los niños son casi fantasmas. Pero..."
                   --¿Estás seguro? -preguntó, desesperada-. ¿Estás seguro, Bill?
                   Él se había sentado en la cama, junto a Eddie, y le tocaba el brazo con
                suavidad.
                   --¿T-t-tú no? -preguntó-. ¿D-d-después de t-todo lo que pa-pasó hoy?
                   Sí. Todo lo que había ocurrido. La horrible confusión al final del almuerzo. La
                bella anciana que se había convertido en una bruja ante sus ojos,
                   ("mi padre también era mi madre")
                   la serie de relatos en la biblioteca, esa noche, con los fenómenos agregados.
                Todo eso. Aun así su mente le gritaba que detuviera eso, que lo parara con
                cordura, porque de lo contrario terminarían la noche bajando a Los Barrens, en
                busca de cierta estación de bombeo, y...
                   --No sé -dijo-, de verdad... no sé. Aun después de todo lo que ha pasado, Bill,
                me parece que podríamos llamar a la policía. Tal vez.
                   --Lla-llama a los o-o-otros -repitió él-. V-v-ve-remos qué pi-piensan.
                   --Está bien.
                   Llamó primero a Richie y después a Ben. Ambos prometieron ir inmediatamente,
                sin preguntar qué había pasado. Buscó en la guía el número de Mike y lo marcó.
                No hubo respuesta; después de diez o doce timbrazos colgó.
                   --Llama a la b-b-biblioteca -dijo Bill.
                   Había sacado los rieles de la cortina y estaba ligándolos firmemente al brazo de
                Eddie, con el cinturón de su bata y el cordón de su pijama.
                   Antes de que ella pudiera hallar el número llamaron a la puerta. Ben y Richie
                habían llegado juntos. Ben llevaba vaqueros y camisa suelta; Richie, un par de
                elegantes pantalones de algodón y la chaqueta del pijama. Sus ojos recorrieron
                cautelosamente la habitación detrás de las gafas.
                   --Por Dios, Eddie, ¿qué ha ocurrido?
                   --¡Oh, Dios mío! -exclamó Ben al ver a Henry en el suelo.
                   --¡S-s-silencio! -ordenó Bill-. Y cerrad la puerta.
                   Richie obedeció con los ojos fijos en el cadáver.
                   --¿Es Henry?
                   Ben dio tres pasos hacia el cuerpo y se detuvo como si temiera que fuese a
                morderlo. Miró a Bill, desolado. ,
                   --C-c-cuenta tú -dijo Bill a Eddie . Este m-m-maldito t-t-tartamudeo v-vva de mal
                e-e-en p-peor.
                   Eddie relató lo que había pasado; mientras, Beverly buscó el número de la
                Biblioteca Pública de Derry y llamó. Tal vez Mike se hubiese quedado dormido allí;
                hasta era posible que tuviese un catre en su oficina. Lo que no esperaba era lo
                que ocurrió: al segundo timbrazo alguien contestó. Una voz que ella no conocía
                dijo "¿Sí?".
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