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eres eterno y estás condenado a vagar en la negrura... después de que me hayas
visto cara a cara".
Pero allí había algo más. Bill lo percibía, lo sentía, hasta podía olerlo. Una gran
presencia en la oscuridad. Una Forma. No sintió miedo, sino un respeto
sobrecogedor. Aquello era un poder que empequeñecía el poder de "Eso" y Bill
sólo tuvo tiempo de pensar: "Por favor, seas quien seas, recuerda que soy muy
pequeño..."
Corrió hacia aquello y vio que se trataba de una gigantesca tortuga con el
caparazón blindado de muchos colores deslumbrantes. Su antiquísima cabeza de
reptil asomó lentamente y Bill creyó sentir una vaga sorpresa despectiva por parte
de la cosa que lo había arrojado hasta allí. Los ojos de la tortuga eran
bondadosos. Bill se dijo que era lo más antiguo que uno pudiese imaginar,
muchísimo más antigua que "Eso", que aseguraba ser eterna.
--¿"Qué eres tú?
--Soy la Tortuga, hijo. Yo hice el universo, pero no me culpes por eso, por favor;
me dolía la barriga.
--¡Ayúdame, por favor! ¡Ayúdame!
--En estas cosas no tengo nada que ver.
--Mi hermano...
--Tiene su propio lugar en el macrocosmos, la energía es eterna, como ha de
comprender hasta un niño como tú".
Ahora la Tortuga estaba quedando atrás; aun a esa tremenda velocidad de
deslizamiento, su flanco blindado parecía prolongarse interminablemente a su
derecha. Pensó, vagamente, en un tren que pasara en dirección opuesta al suyo,
un tren tan largo que, al cabo, parece estar quieto o hasta marchar hacia atrás.
Aún podía oír el parloteo y los zumbidos de "Eso": su voz aguda, furiosa,
inhumana, llena de loco odio. Pero cuando habló la Tortuga, la voz de "Eso" quedó
completamente borrada. La Tortuga hablaba en la mente de Bill y Bill comprendió,
de algún modo, que aún había "Otro" y que ese "Otro" Definitivo habitaba un vacío
más allá de éste. Ese "Otro" Definitivo era, tal vez, el creador de la Tortuga, que
sólo sabía observar, y de "Eso", que sólo sabía comer. Ese "Otro" era una fuerza
más allá del universo, un poder más allá de todos los poderes, el autor de todo lo
que tenía ser.
Y de pronto creyó entenderlo: "Eso" quería arrojarlo a través de alguna muralla,
en el fin del universo, hacia otro lugar
("lo que la vieja Tortuga llamaba macrocosmos")
donde vivía realmente "Eso", donde existía como médula titánica y refulgente
que podía no ser más que una pequeñísima mota en la mente de eso "Otro"; Bill
vería a "Eso" desnudo, una fuerza destructiva y sin forma y quedaría
misericordiosamente aniquilado o viviría eternamente, demente pero consciente
dentro del ser de "Eso", homicida, infinito e informe.
--¡"Por favor, ayúdame! ¡Por los otros!
--Debes ayudarte a ti mismo, hijo.
--Pero ¿cómo? ¡Dime, por favor! ¿Cómo, cómo, cómo"?
Había llegado ya a la altura de las patas traseras de la Tortuga, densamente
escamadas. Tuvo tiempo de observar su carne titánica pero viejísima. Tuvo tiempo