Page 270 - La sangre manda
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Inspector Ralph Anderson
                                                 Acacia Street, 619

                                           Flint City, Oklahoma 74012

                    Debajo añade A/A FAMILIA CONRAD (CASA CONTIGUA) y NO
               REENVIAR, ENTREGAR A SU LLEGADA. Tendrá que servir. Coge el
               sobre, va a todo correr al buzón que hay junto al ascensor y lo echa. Sabe que

               Al es tan vago para recoger el correo como para todo lo demás, y puede que el
               sobre se quede en el fondo del buzón (que, la verdad, hoy día ya casi nadie
               usa) durante una semana o —teniendo en cuenta las fiestas— más tiempo aún.
               Pero en realidad no hay ninguna prisa. Al final se enviará.

                    Solo para asegurarse de que poco antes ha imaginado los ruidos, pulsa el
               botón de llamada del ascensor. La puerta se abre; el ascensor está ahí, vacío.
               Así que en efecto han sido imaginaciones suyas. Vuelve corriendo a Finders
               Keepers, no jadeando exactamente pero sí con la respiración entrecortada. En

               parte es por la carrera; sobre todo es por el estrés.
                    Ahora lo último. Va al buscador del Mac y escribe el nombre que Jerome
               puso al parche: EREBETA. Es la marca de su problemático ascensor; también
               significa «ascensor» en japonés…, o eso sostenía Jerome.

                    Al Jordan se negaba en redondo a llamar a una empresa local para arreglar
               el  fallo;  insistía  en  que  debía  hacerlo  un  técnico  del  servicio  oficial  de
               Erebeta. Aducía posibles consecuencias nefastas si se actuaba de otro modo y
               luego se producía un accidente: responsabilidad penal, demandas millonarias.

               Mejor  limitarse  a  anular  las  puertas  del  ascensor  de  las  ocho  plantas
               colocando cinta amarilla con el rótulo AVERIADO y esperar a que fuera el
               técnico  adecuado.  No  tardará,  aseguró  Al  a  los  coléricos  inquilinos.  Una

               semana  como  mucho.  Perdón  por  los  inconvenientes.  Pero  las  semanas  se
               alargaron hasta convertirse en casi un mes.
                    —Para  él  no  es  ningún  inconveniente  —protestó  Pete—.  Tiene  el
               despacho en el sótano, donde se pasa el día sentado viendo la tele y comiendo
               dónuts.

                    Finalmente Jerome intervino, diciéndole a Holly algo que ella —también
               experta  en  informática—  ya  sabía:  si  puedes  utilizar  internet,  puedes
               encontrar  un  parche  para  todo  fallo  de  software.  Cosa  que  hicieron

               conectando  ese  ordenador  al  otro  mucho  más  sencillo  que  controlaba  el
               ascensor.
                    —Aquí  lo  tenemos  —dijo  Jerome  señalando  la  pantalla.  Holly  y  él
               estaban solos, Pete había salido a visitar a fiadores judiciales para promover el
               negocio—. ¿Te das cuenta de lo que está pasando?



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