Page 272 - La sangre manda
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—¡Lo  ha  matado!  —La  exclamación  sale  de  su  garganta  en  forma  de

               resuello. No le ha cortado todo el paso del aire, al menos aún, pero sí la mayor
               parte—. ¡Ha matado a mi hermano!
                    —No, todavía está vivo —dice el hombre. Sonríe mostrando dos hileras
               de dientes de una perfección ortodóncica—. Si estuviera muerto, yo lo sabría,

               créeme.  Pero  puedo  hacer  que  muera.  Grita,  intenta  escaparte,  en  otras
               palabras, hazme enfadar, y lo golpearé hasta que se le salgan los sesos como
               los chorros del géiser Viejo Fiel. ¿Vas a gritar?
                    Barbara niega con la cabeza.

                    La sonrisa del hombre se ensancha hasta convertirse en una mueca.
                    —Buena chica, amiga mía. Tienes miedo, ¿eh? Eso me gusta. —Respira
               hondo, como si aspirara su terror—. Debes tener miedo. No tendrías que estar
               aquí, pero, a decir verdad, me alegro de que hayas venido.

                    Se  inclina  más  hacia  Barbara.  Ella  huele  su  loción  para  después  del
               afeitado y nota el roce de sus labios cuando le susurra al oído.
                    —Sabes bien.





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               Holly, sin apartar la mirada del ordenador, tiende la mano hacia su móvil. El
               menú de las plantas del ascensor sigue en la pantalla, pero bajo el diagrama
               del hueco aparece ahora una casilla que ofrece las opciones EJECUTAR o

               CANCELAR. Desearía estar totalmente segura de que al elegir EJECUTAR
               ocurrirá algo. Y que será lo que le conviene.
                    Coge  el  teléfono,  dispuesta  a  enviarle  a  Ondowsky  el  mensaje  con  el

               código de la puerta lateral, y se queda inmóvil. En la pantalla de su teléfono
               no aparece el nombre ONDOWSKY, ni tampoco NÚMERO OCULTO. Es la
               cara sonriente de su joven amiga Barbara Robinson.
                    Dios santo, no, piensa Holly. Te lo ruego, Dios mío, no.
                    —¿Barbara?

                    —¡Hay un hombre, Holly! —Barbara está llorando, casi no se la entiende
               —. Le ha pegado a Jerome con algo y lo ha dejado inconsciente; creo que era
               un ladrillo y está sangrando mucho…

                    Entonces  calla,  y  da  paso  al  ser  disfrazado  de  Ondowsky,  que  habla  a
               Holly con su voz entrenada para la televisión.
                    —Hola, Holly, aquí Chet.
                    Holly se queda paralizada. No por mucho tiempo en el mundo exterior,
               probablemente  menos  de  cinco  segundos,  pero  en  su  cabeza  se  le  antoja



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